Es un hueso pequeñito, insignificante, que ha pasado desapercibido durante toda la vida, hasta que el otro día, en un mal paso al irse la luz, me lo fracturé. Los primeros días no me di ni cuenta, caminaba bien y hacía vida normal. Unos días después el pie empezó a quejarse -tampoco le hice mucho caso, que no estamos para eso-, y unos días después el traumatólogo ya vio en la radiografía que era una fractura de ese huesecillo tonto. Con no moverse mucho, ir consiguiendo que baje la infamación y el dedo del pie entablillado con su hermano de al lado acompañado por algún analgésico, asunto arreglado en unas semanas. Hasta que cure me acordaré cada vez que ando que ese huesecillo existe, luego espero volver a dejarlo en el olvido.

“Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que le servían con sus bienes”.

Mal lo tendría yo ahora para ir caminando con Jesús de ciudad en ciudad, me quedaré en mi parroquia de momento. Pero las mujeres no lo tenían mal, acompañaban a Jesús y así nos lo recuerda San Lucas, con nombres y todo.

Ya sé que para mucha gente es un tema espinoso el de la mujer y la Iglesia. Se pide su lugar, su papel, su protagonismo… Ciertamente se han conseguido muchos avances en la situación de la mujer en la sociedad y eso es motivo de alegría. En la Iglesia también se abre este debate, a veces con mucha intensidad. Tengo que reconocer que, en muchas ocasiones, cuando leo sobre estas cuestiones es como romperme el huesecillo del pie, me causa dolor. Muchos debates se hacen en una especie de conquista del poder, de la autoridad, del reconocimiento del mundo.

Mirad, ¿de qué le vale a uno ganar el mundo entero si pierde o arruina a si mismo? A los hombres y mujeres de Iglesia (me horroriza escribir esas palabras), sólo nos vale estar junto a Cristo. Tanto pecado tiene el que se cree con autoridad propia y se vuelve un pequeño tirano, como el que valora en la Iglesia la posibilidad de mandar y ordenar. “Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados. de toda la humanidad”. El que quiera ser grande que se haga servidor de todos, dice Jesús, y parece que muchas veces se quieres ser grande y servirse sin servir.

La multitud de mujeres santas que coronan la Iglesia nos enseñan que nuestro lugar es el cielo, no porque a alguien la hagan “arcipresta” va a estar más cerca de Dios. Al cielo no se llevan los t´tulos.

Es una discusión en la que yo no voy a entrar ni me corresponde. Sí pienso que teníamos que ser mucho más agradecidos con hombres, mujeres y niños que hacen una labor callada, y muchas veces oculta, en la Iglesia y a veces se nos olvida darles un simple gracias y rezar por ellos. Y los que se creen con un buen puesto en la Iglesia que se aseguren un buen puesto en el cielo o solo tendrán un puesto en el cementerio.El huesecillo dela sobrebia siempre está presente, que no se fracture.

María es modelo de la Iglesia…, pues como ella. Gracias Madre del cielo por enseñarnos cual es nuestro lugar, junto a tu Hijo.