En el museo del Prado en Madrid hay un cuadro de José de Ribera que se llama “El sueño de Jacob». El tema representado ilustra un episodio de la vida de Jacob, donde éste, según relata el Génesis, tras haberse quedado dormido camino de Harán, vio en sueños una larga escala que conducía al cielo por la que subían y bajaban filas de ángeles. Es difícil pensar que Jesús no pensara en esta escena cuando habló diciendo: “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

¿Qué quiere decir el cielo abierto? ¿Qué representa esta escalera? ¿Quiénes son y para qué lo hacen los que suben y bajan sobre el Hijo del hombre?

Parece claro que el cielo abierto es el fruto de la exaltación de Jesús como sumo sacerdote de nuestra fe, como mediador entre Dios y los hombres, acaecida en su resurrección y ascensión a los cielos. Los coros de los ángeles se saludan y preguntan unos a otros mientras el Hijo del hombre atraviesa los cielos para llegar y sentarse a la derecha del Padre: “¡Portones! ¡Alzad los dinteles! ¡Va a entrar el Rey de la Gloria! ¿Quién es ese Rey de la Gloria? El Señor héroe valeroso. El Señor, héroe de la guerra”. Es como una saeta que se clava en el corazón del Padre y lo deja abierto de par en par. Como la lanza del soldado que abrió el costado de Jesús muerto en la cruz.

Para los cristianos, la escalera que une el cielo y la tierra es la cruz de Jesús, donde el cielo y la tierra se han unido para siempre. Allí donde parecía que la muerte era un muro inexpugnable contra el cual todos nos teníamos que dar de bruces, Dios ha plantado una escalera que nos hace rebasar y superar la muerte escapando a su maldición. El amor de Jesús ha destruido el pecado de los hombres. «¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, muerte, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo».

¿Y los ángeles que suben y bajan? Seguro que más de uno ha pensado en la canción: “Si sientes un murmullo muy cerca de ti. Es un ángel llegando para recibir todas tus oraciones y llevarlas al cielo. Así, abre el corazón y comienza a alabar, el gozo del cielo todo sobre el altar. Hay un ángel llegando y bendición en sus manos. Hay ángeles volando en este lugar en medio del pueblo y junto al altar, subiendo y bajando en todas las direcciones. No sé si la iglesia subió o si del cielo bajó, sí sé que está lleno de ángeles de Dios, porque el mismo Dios está aquí”.

Todo esto sucede hoy en cada Eucaristía. Como decía san Juan Pablo II: “La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino”.

Recordemos hoy la promesa de Jesús a Natanael: “¿Y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?” En efecto le vieron ascender al cielo y nosotros ahora podemos comer su Cuerpo y beber su Sangre en la Eucaristía.