Cuántas veces he dicho, Señor, que deseo amarte incondicionalmente, sin buscar recompensas, sin exigir pagos. Pero luego hago cualquier obra buena que me cuesta esfuerzo, renuncia, salir de mí y enseguida estoy reclamando: ¡prémiame, Señor, que me he portado muy bien! ¡agradécemelo solucionándome este problema! ¡merezco que me arregles este disgusto que tengo! A veces siento que negocio contigo y que comercializo mi amor por ti: «te doy pero para que luego tú me des también». Como me pasa tantas veces con la gente a la que quiero: inmediatamente estoy mendigando la correspondencia a cualquier acto de entrega por el otro. Ayúdame a rectificar, Señor, asomándome a tu Pasión: qué amor tan poco correspondido. Quiero ensanchar mi corazón para tener tus mismos sentimientos y saborear el auténtico amor: gratuito, que no espera nada a cambio, incondicional.

Si me asomo a mi día a día, a cómo vivo cada jornada, quizá descubro que soy poco consciente de que te debo todo y tú no me debes nada. Con tantos ruidos y distracciones, pierdo de vista que todo en mi vida es don, bendición, dádiva tuya: tantas cosas buenas, aunque suela centrarme en las malas; tantos cuidados, aunque como de costumbre fije en lo que no sale como espero. ¡Qué ganas, Señor, de devolver, a tu amor divino, mi pobre amor! Un amor que no hace cálculos. Que no da cosas, sino que se da por completo. Lo deseo pero, aún así, me cuesta un mundo pronunciar la frase del pasaje de hoy: “soy un siervo inútil, he hecho lo que tenía que hacer”. Te pido, Señor, que nunca me crea que hago más por ti de lo que debería hacer, ni que te he pagado como mereces, ni que me he excedido en mi correspondencia.

Hacer lo que tengo que hacer. El deber de cada día no es una maldición ni una carga insoportable, siempre que lo viva poniendo amor. Así, en medio del deber, podré ser instrumento tuyo, Señor: sonreír a quienes tengo cerca, ofrecer mi trabajo por intenciones grandes, ayudar a quienes tienen más dificultades, perdonar a aquellos que me han hecho daño. Ayúdame a no vanagloriarme de las cosas que hago por ti: estoy pagándote con amor al gran amor que me muestras en cada instante. Que ame el deber, porque ahí estás, porque ahí te encuentro.