“La semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo”. Es precioso este modo de hablar de Jesús, que compara la vida espiritual con un camino de crecimiento que depende más de la gracia divina que de la correspondencia humana. Sin saber cómo, cuando estamos pegados a Cristo algo va cambiando en nosotros: nuestro corazón se ensancha, nuestra alma se va saciando de consuelo espiritual, nuestra vida va adquiriendo un profundo sentido de eternidad. Es bello comprobar cómo el amor cambia muchas cosas en nosotros sin que apenas lo percibamos. Si echamos la vista atrás y llegamos al momento en el que tuvimos la primera experiencia de Dios, es fácil que brote en nosotros una acción de gracias al Cielo por todo lo que hemos crecido interiormente. A veces nos obsesionamos con nuestros esfuerzos personales, nuestro ejercicio de la voluntad, nuestro cumplimiento de determinadas metas, dejando a un lado la gracia de Dios que es la que nos hace crecer en la vida espiritual.

Sería bello que en nuestra oración diésemos gracias a Dios por todo lo que nos ha hecho crecer. Por cómo nos ha cuidado, a pesar de nuestras infidelidades. Por cómo, no obstante nuestra torpeza, ha ido construyendo una historia de amor maravillosa que nos define como personas. ¡Cuánto descansa sabernos en los brazos de Dios, teniendo la seguridad de que lo importante no es lo que nosotros hagamos sino lo que Él hace en nosotros! Peguémonos a Cristo, que Él hará el resto. Aprendamos a ser recipientes idóneos para recibir las aguas misericordiosas de Dios, unas que nos transforman, que hacen todo nuevo y joven dentro de nosotros, que colocan en nuestra alma un surtidor que salta hasta la vida eterna. La vida espiritual es la acción de Dios en nuestro interior. Sin saber cómo, sin haberlo previsto, sin seguir unos cálculos humanos, muchas cosas van cambiando en nosotros. Deseemos crecer, avanzar, dilatar nuestros horizontes, soñar con un amor más grande. Deseemos, sobre todo, la confianza en que todo eso depende de Dios. Pongámonos a su disposición y, sin darnos cuenta, quedaremos transformados.