“Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”. Contemplar la humanidad de Jesucristo conmueve y transforma el corazón del ser humano. Un Dios que lo puede todo, que lo sabe todo, que lo controla todo resulta más lógico y esperable. Pero un Dios que comparte nuestra condición humana, menos en el pecado, eso ya es más enternecedor. Pensar que Jesús, durante su vida en la tierra, se cansaba, lloraba, sentía alegría, padecía la tristeza o experimentaba la soledad nos abre horizontes insospechados para nuestro modo de tratarle. Hoy, en el mar de Galilea, mientras los apóstoles de angustian por una fuerte tempestad que amenaza con hundir la barca, Jesús duerme. Y duerme porque estaría cansado, como cualquiera de nosotros. Seguramente tantas horas de predicación, tantos ratos largos de oración, tantos milagros, tantas conversaciones le habrían agotado. Los apóstoles, nerviosos, superados por las circunstancias, le mirarían con cara de asombro: ¿cómo es capaz de dormir en un momento como éste?

Pensando en la Iglesia, qué bello resulta percibir que Jesús, aunque a veces la barca se tambalee, aunque parezca que se hunde, aunque le amenacen las dificultades, sigue dentro de ella. Quizá guarda silencio, quizá parece que duerme, quizá sentimos que no nos escucha, pero Él está, y con Él nada malo puede pasarnos. La pregunta que podríamos hacernos es si nosotros actuamos con la misma fe que los apóstoles: ellos, en teoría, tenían muchísima más experiencia que el Maestro en las tareas de la mar. Poco importaba despertarle, si quizá ni siquiera supiese cómo ayudarles. Cualquier excusa era buena para no pedir ayuda a Cristo, porque ese era un peligro que sólo podían resolver ellos. Soprende, en cambio, la confianza que tenían en que Jesús podía salvarles de aquella situación desesperada. Ojalá tú y yo sepamos también acudir a Cristo cuando sentimos que nuestra vida se tambalea, que nuestra familia sufre, que la Iglesia pasa momentos de prueba. Ojalá, también, busquemos a ese Jesús que nos salva dentro de nuestra barca, no fuera. Él no se marcha: Él está con nosotros. Despertémosle. Digámosle que sólo confiamos en Él. Que sin Él la vida nos puede. Que le necesitamos. Que nos aumente la fe.