Este es uno de los pocos milagros que el Señor hizo tocando físicamente, no de palabra. «Le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua». Y luego mira al cielo y pronuncia la palabra: «Ábrete». Además, el pasaje termina con la gente comentando «todo lo ha hecho bien». San Ireneo de Lión comenta que en este milagro Jesús claramente se manifiesta como el Verbo de Dios que junto con el Padre y el Espíritu Santo, plasmó al hombre de la tierra. Por eso el «todo lo ha hecho bien» de la creación. Es impresionante y, a la vez, difícil, pensar cómo Jesús, en su humanidad, pudo hacer esto: era el Espíritu Santo que le movía. Pero, aunque no seamos sordomudos -esto es un signo-, Dios sigue plasmándonos hoy, a ti y a mí. Continúa como Alfarero su obra, dándonos su imagen y semejanza, si somos dóciles.

Tenemos además una continuación y actualización de esto en dos sacramentos. En el bautismo, es el último rito -que a veces no se hace por las prisas-, y se le dice al niño o adulto que sus oídos se abran para escuchar la Palabra de Dios, y su boca para proclamar sus maravillas. En la unción de enfermos se impone las manos y se unge con aceite al enfermo, es decir, se toca: es el Señor que sigue tocando hoy, mostrando su proximidad no sólo espiritual sino también física. He tenido experiencias administrando la unción de enfermos donde se puede experimentar esto, que no eres tú, es Jesucristo.

Dejémonos moldear, plasmar por el Señor, y abramos nuestros oídos y nuestra boca, nuestros sentidos, a la vida sobrenatural.