No, no voy a hablar de las urgencias del hospital y mi dedo. Hablaré de una mujer que ayer vino a Misa y esta semana parte de cocinera para un hospital de campaña entre Turquía y Siria, para cocinar para médicos y enfermos durante dos semanas. Me cuenta que del trabajo que hay le dicen que no se duerme, pero que tampoco van a descansar allí. Cuando hay una urgencia, y tan terrible como ese terremoto, gastar la vida en servir parece casi hasta poco.

“La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino!”

Evangelizar hoy es también una urgencia. El terremoto de apostasía y secularización que ha hecho temblar este mundo es terrible y no sabremos la cantidad de almas que se están perdiendo. No es tiempo de descansar sino de anunciar a Jesucristo.

Acompañados de María podremos decir en muchas casas, como Cirilo y Metodio: “El reino de Dios ha llegado a vosotros.”