Esto de la torre de Babel nos ha complicado bastante la vida. Los hombres no se entienden y a los que se nos dan fatal los idiomas nos limita mucho. Una vez en mi vida pensé que sabía inglés, en unos días el Señor me sacó del error, pero eso es otra historia. En mi opinión es una pena que se haya perdido la Misa en latín, ir a Misa sería sentirte como en casa en cualquier lugar del mundo…, y tampoco sé latín. Aunque, superando el fracaso del esperanto, sí hay un lenguaje común.

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

La caridad, la entrega de la vida a los demás por amor a Dios, es un lenguaje universal. Un lenguaje sin palabras ni conceptos, pero claro y diáfano para los que lo hablan. Si miras al crucificado no ves a un condenado, sino el Amor de Dios entregado. Si gastas tu vida por amor a Dios no te harán falta muchas palabras para ser entendido. Ojalá cada día hablemos mejor ese lenguaje pues “¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles”. Si lo leemos despacio son palabras terribles.

Me gustaría hablar menos de Cáritas institución y más de la caridad de los cristianos, que se asemejan a Cristo en dar gratuitamente su vida, es lo único que vale la pena.

María al pie de la cruz nos enseña que nuestras cruces sólo son auténticas, si son la cruz de Cristo. Hablemos un solo idioma, la caridad.