Es difícil hacer un comentario a este evangelio de hoy cuando el Santo Padre, el papa Francisco lo ha convertido en objeto de su mensaje para la cuaresma en este año 2023. Por eso, y con la intención de hacerme eco de algunas de las ideas que él nos ofrece, nos fijaremos en algunas de sus reflexiones.

En primer lugar, presenta la cuaresma como la ascensión a un monte, lugar del encuentro con Dios; con todo lo que significa la ascensión a la montaña de esfuerzo y de ruptura de nivel. Pero también dentro de este proceso sinodal que se nos propone para toda la Iglesia universal, es bonito caer en la cuenta de que Jesus subió a la montaña acompañado de tres de sus discípulos: Pedro, Santiago y Juan, ninguno hizo esa ascensión en solitario, sino que caminaban juntos. Sin duda alguna se trata de una llamada a comprender que así ha querido Dios a su Iglesia, como una expedición en la que unos y otros somos necesarios. Nos convertimos en la ayuda adecuada que Dios provee para que podamos llegar a la meta que es el cielo.

Por otro lado, en este retiro es fundamental la oración, sobre todo la contemplación, por medio de la cual nos hacemos conscientes de la presencia de la gloria de Dios en la pobreza y la debilidad humana. Cuando se transfiguro Jesús delante de sus discípulos, emitía una luz que no venía de fuera y lo iluminaba por completo todo; es la luz de la gloria, es la divinidad que estaba escondida bajo el velo de la humanidad de Cristo y que, por no exhibirse antes, se manifiesta abiertamente mostrando, cuál es la esperanza del hombre, cuál es la meta de su vida temporal, y la gloria del resucitado y la resurrección de la carne, la transfiguración de todo lo que ahora podemos ver y palpar. Necesitamos habituarnos a esta oración de contemplación para descubrir el sentido de nuestra vida, de lo que somos y hacemos.

En tercer lugar, cuando pasa la teofanía y se calla la voz del padre, desaparece de repente la nube que los cubría, y Moisés y Elías salen de la escena, se queda Jesús solo, a quien el Padre había declarado “mi hijo amado” y que les había exhortado: “¡escuchad!”. Por eso, dice el papa Francisco: La cuaresma no es solamente un tiempo de retiro, sino que nos lleva al camino sencillo, cotidiano y a cargar con la cruz de cada día.

La meta de este camino no es solo Jerusalén con la cruz, sino aquella otra Jerusalén, la celeste, de la cual la otra solo era figura. La meta es el cielo, es la luz. Pero este camino se vive en la sencillez, verdad y en la pobreza de nuestra condición humana, sin fuegos artificiales y efectos especiales, con la seguridad y sencillas de una vida llena de actos y ricos que el mundo ignora y que solo Dios en nuestra vida oculta, sabrá reconocer y, que algún día premiará.

Y vemos este domingo en Mateo que la transfiguración del Señor, este regalo que Dios hizo a los suyos con la intención de aliviar tensiones y malos rollos, con el deseo de preservarlos del escándalo de la cruz, supuso un punto de inflexión total en su vida.

“Bajemos a la llanura y que la gracia que hemos experimentado nos sostenga para ser artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades. Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos anime durante esta Cuaresma en nuestra escalada con Jesús, para que experimentemos su resplandor divino y así, fortalecidos en la fe, prosigamos juntos el camino con Él, gloria de su pueblo y luz de las naciones” (Papa Francisco).