CREED EN LA OBRAS (Viernes 31 de marzo de 2023)

Viernes de la 5ª semana de Cuaresma (Ciclo A)

Lectura del santo evangelio según san Juan (10,31-42):

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Elles replicó:

«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».

Los judíos le contestaron:

«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».

Jesús les replicó:

«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían:

«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».

Y muchos creyeron en él allí.

CREED EN LA OBRAS

Pregunta San Ambrosio con ocasión de la celebración del Bautismo: “¿Qué es lo que viste en el bautisterio? Agua, desde luego, pero no sólo agua; viste también a los diáconos ejerciendo su ministerio, al obispo haciendo las preguntas de ritual y santificando. El Apóstol te enseñó, lo primero de todo, que no hemos de fijarnos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno. Pues, como leemos en otro lugar, desde la creación del mundo, las perfecciones invisibles de Dios, su poder eterno y su divinidad, son visibles por sus obras. Por esto, dice el Señor en persona: Aunque no me creáis a mí, creed a las obras. Cree, pues, que está allí presente la divinidad. ¿Vas a creer en su actuación y no en su presencia? ¿De dónde vendría esta actuación sin su previa presencia?

Si nunca ha sido fácil contestar a esta pregunta, hoy, insertos en el contexto neopagano en el que estamos, es especialmente difícil. Como explica un documento de trabajo del Sínodo sobre la Sinodalidad en la Iglesia, “algunos rechazan la vida ejemplar de muchos cristianos y cristianas, que se han entregado del todo al seguimiento de Jesucristo, porque la encuentran irracional, o fruto del fanatismo; otros la admiran sinceramente. Pero, por fieles que sean los testigos, quienes ven su testimonio no quedan obligados a rendirse y terminar creyendo. Dios respeta siempre la libertad de sus hijos, que es sagrada. Aunque nos resulte muy doloroso reconocerlo, hay personas que, ante el testimonio de la fe, reaccionan hoy como reaccionaron ante el testimonio de Jesús algunos que le conocían: aceptan las obras buenas, pero rechazan que sean signos de Dios, Padre bueno”.

Por eso, quienes desean sinceramente que la fe en Jesucristo se transparente en sus criterios y su conducta necesitan mantener siempre viva la memoria del amor de Dios. Así se lo pide san Pablo a su colaborador Timoteo: “Aviva el fuego de la gracia de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No tengas miedo de dar la cara por nuestro Señor y por mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que dios te dé” (2 Timoteo 1,6-8).

Ser testigos del Evangelio es antes que nada una gracia que se nos concede. Dios cuenta con nosotros, nos ha elegido para dar a conocer en medio del mundo la misericordia que tiene con sus hijos. El Espíritu Santo que recibimos en el bautismo, en la confirmación y en la eucaristía nos hace capaces de dar testimonio de Jesucristo a través de toda nuestra vida.