A veces las cosas son así, tres veces me va a tocar comentar este Evangelio esta semana. La tentación del corta y pega es tremenda, pero gracias a Dios el Evangelio es Palabra de Dios y llena el corazón más que ninguna palabra humana.

Los jóvenes de esta parroquia son muy activos, y además de sus estudios y trabajos están organizando muchas actividades para sacar fondos para las becas de los niños en el campamento de verano y la Jornada Mundial de la Juventud. Lo primero que se hace es, en cada caso, un grupo de WhatsApp (que es uno de los castigos que el demonio manda a los sacerdotes tibios como yo), donde se lanzan ideas, fechas, colaboraciones, etc. Son muchos en el grupo, pero siempre hay un 40% que sólo comenta: ¡qué buena idea! (o pone el pulgar hacia arriba ese para no escribir), pero nunca aparece para nada. A veces eso crea algún pequeño enfrentamiento que pronto es sofocado, pero en cada reunión recuerdan que hay que trabajar para poder ayudar a todos.

“En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago”.

La fe sin obras es una fe muerta… o muy mal herida. Las obras de Dios no tienen nada que ver con el activismo. Obra tanto, o más, que una persona que se apunta a cada actividad que se propone como el enfermo que ofrece su debilidad desde la cama, la señora que se pasa un rato rezando en la Iglesia mientras acompaña al Señor cuando no hay nadie o el joven que ofrece su estudio por la Iglesia y por la humanidad. Pero ciertamente en la Iglesia no somos seres pasivos, que miramos a ver qué hace el Señor. Al igual que Jesús hace las obras del Padre pues el Padre y Jesús son uno, nosotros actuamos porque permanecemos en Cristo, somos su cuerpo. Las obras que Cristo hace no son obras “estrictamente parroquiales”. Toda actividad humana noble puede hacerse en Cristo. Cuidar tu familia, un trabajo honrado, un rato de descanso, hacer deporte…, lo que se te ocurra puede hacerse impregnado de la caridad de Cristo. También hacen falta, por supuesto, catequistas, colaboradores en las parroquias, en las Diócesis y en el gobierno de la Iglesia, pero no es más cristiana la labor de un secretario de un dicasterio pontificio para la conservación del césped que la tarea de una madre que ayuda a su hijo a hacer los deberes del colegio.

Los cristianos no hacemos cosas, sino que vivimos en Cristo. El peligro -ya sea en sacerdotes o laicos-, es hacer de la fe una actividad y no toda nuestra vida. Tristemente muchas veces ves a familias que se juntan a comer en un restaurante y cada uno está con su teléfono móvil…. En la misma mesa, pero muy separados unos de otros. Tampoco nosotros podemos estar con Cristo, pero nuestro corazón y nuestros ojos en otra cosa. No permitas Señor que me aparte de ti.

Es sábado, es mayo, encadénate con tu rosario a María y así nunca estarás lejos de Cristo.