No te pierdas este día, no te pierdas esta noche, porque no hubo jamás noche más espesa en la que ni se hallaban los amigos cerca, ni la luna puso allí su luz. Sólo había un Dios en el suelo, temblando bajo las hojas de un olivar. La poetisa Anne Sexton dejó escritos unos versos muy hermosos sobre la necesidad de los hombres de sostenernos unos a otros, una mano común y corriente, deseosa sólo de tocar algo que a su vez tocara. En la noche de Getsemaní, Jesús era exactamente eso, una mano que buscaba tocar otra mano amiga. Por eso le dice a los suyos que velen con Él, que no se dejen vencer por el sueño. Pero no tuvo éxito. Nadie estaba allí para entenderlo, sólo el Padre, que nunca lo abandonó, aunque Él, al final de su vida, tuviera los sentimientos heridos y dormidos.

Hoy no podemos dejar de rezar una hora con Nuestro Señor, una hora no es casi tiempo, es el capítulo de una serie, para que sepas de lo que hablo. Además, el Jueves Santo es el día indicado para aprender que rezar no es pedirle al Señor por las cosas que Él ya se sabe, las mías, sino buscar proximidad por el gusto de la misma proximidad. La oración es mi mano tendida y su mano tendida, lo demás son palabras de más. Tres veces fue al grupo de los suyos para ver si alguno guardaba la vigilia, pero no. Cuando se entra en el sueño, la lejanía de la realidad es absoluta, uno ya no hace pie. Ahí tenemos a un Dios en pobreza absoluta, porque no hay más pobre que quien no halla con quien compartir un pedazo de conversación.

Se podría decir, en defensa de los dormidos, que habrían estado durante la jornada con mucho trabajo y se les caían los ojos de cansancio. Sin embargo, acababan de vivir el momento clave de la presencia de Cristo en el mundo, la Nueva Alianza. En la Última Cena les explicó que allí se quedaría para siempre, en ese pan y vino nuevos. En otras religiones se reparten sustancias estupefacientes para que el chamán y los convidados entren en trance y reciban oráculos insólitos. La Nueva Alianza de Dios con el hombre es sólo  pan y vino. Él mismo, pero sin ruido. De tan increíble, que los apóstoles también se durmieron durante las palabras de su Maestro, ahí empezaron a dormirse, y con ellos todos nosotros, que no sabemos pasar delante de una iglesia sin que el corazón nos diga que allí no sólo hay piedras y hormigón, sino que vive quien esta noche se moría de tristeza.

¿Cómo se consuela a alguien que te dice me muero de tristeza? Las palabras no valen, se han quedado muy atrás. Ayer hablé con una persona que me contaba su tragedia a través de la pantalla del móvil, porque estaba fuera de España. Y se estaba muriendo literalmente de tristeza. Yo no podía más que consolar con mi silencio y con estar sencillamente allí, todo lo cerca que dejan los smartphones de situarnos a poca distancia. Esta noche no te pierdas Getsemaní, porque los Jueves Santos no se acumulan en el tiempo. No es otra Semana Santa, siempre es la primera, porque Dios no sabe hacer otra cosa que inaugurar una relación.