Otra vez estamos en el mismo problema que ayer: la soberbia, el egoísmo, el poder humano ¿Es tan grave esto en el hombre para seguir la Palabra de Dios en ello? Es preocupante y triste ver como es habitual en las empresas, en los grupos humanos, en la política e incluso en la Iglesia, el afán de los cargos, los puestos y el ser unos más que otros, el afán de controlar las cosas, de poder. Un vicio, y hasta una obsesión, que provoca en muchas personas la constante lucha competitiva en la que todo vale para conseguir el objetivo. También entre los apóstoles surge esta tentación.

El Señor nos enseña que en esto no hay que ser el “espabilao”, traicionando o pegando codazos o empujones a los otros, porque ante Dios no hay “espabilaos”; a Él no le engañamos y pretenderlo es no conocerlo y acabar muy mal. Jeremías también es víctima de estos “espabilaos” y no cae en la tentación de seguirles el juego, como muchos cristianos lo hacen en el día a día. Otra vez el evangelio nos enseña como rechazar esta tentación cuando se presenta: “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo”. Así de claro y directo es Jesús porque nos da su propio testimonio.

Inténtalo. Ya se que tenemos mucho miedo a fracasar a que nos hagan daño, a que se rían de nosotros. Pídele al Señor que fortalezca tu corazón, pídele con el salmo de hoy “sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo” y verás como todo irá bien.

Ofrecernos a ser profetas en nuestros ambientes, en las periferias de nuestras existencias, a hacer lo que nadie quiere, lo que este mundo no alaba, es en esta cuaresma lo que la Palabra de Dios nos propone. Ofrécete.