Un día, en uno de los grupos de adultos de la parroquia, una persona nos compartía un período de su vida que había sido muy duro y muy sombrío. Nos decía que por culpa de su mala cabeza quizás, algunos vicios que no quería corregir, y mejor, su inmadurez, le fue infiel a su mujer durante once años. Estuvo alejado del Señor, pero curiosamente su fe se mantuvo. Al principio todo lo justificaba y se sentía llevado por unas pasiones que le parecían algo normal y que le gustaba. Pero su doble vida le fue haciendo mella y fue perdiendo el control de ella hasta pasar a un verdadero infierno.
La verdad es que, ha medida que transcurrían los años, era más infeliz y parecía que aquello iba a acabar muy mal. Llego a pensar que era imposible que pudiera acabar con esa situación y poder volver a vivir los primeros años de su matrimonio que tanto le llenó, ser fiel y feliz con su mujer. Hasta que un día prácticamente rendido, en las últimas, decidió acudir al Señor y pedir que le curara, que recuperara su vida, que pudiera ser un buen marido y una persona digna de llamarse hijo de Dios. Habló con el sacerdote que le encontró llorando en la capilla de una parroquia y algo ocurrió.
Esta persona nos compartió que a partir de ese momento y día tras día fue sintiendo una fuerza que venía de la oración y de la percepción de que Dios confiaba en él y le había dado una nueva oportunidad. Dejó esa doble vida y se fue manteniendo firme hasta recuperar que su corazón se centrara en su familia. Le costó años y todavía se pregunta si su mujer lo sabía, pero el Señor le ha ido curando y lo que parecía que era imposible que cambiara en él, ha cambiado. Todavía tiene miedo de volver a caer, o que perder lo que ha conseguido. Ahora, sabe que esta conversión de su vida al margen de la voluntad de Dios que ha vivido puede ser una ayuda para otros que la necesiten.
En este pasaje de Lucas leemos hoy como Jesús pasó toda la noche orando a Dios y después eligió a los Apóstoles y curó a muchas personas. La auténtica fuerza para la vida que te ayuda, te transforma y es capaz de lo imposible viene de lo alto: salía de él una fuerza que los curaba a todos. Y tu también puedes recibirla, tenerla y compartirla con los demás hoy; gracias a la oración y a la fe. En el Cristo nunca pierdas la esperanza. Cualquier situación adversa, aunque creas que has metido la pata para toda la vida y no hay solución o que nunca podrás arreglarlo, acude al Señor, acude a su Iglesia, Él te curará y se solucionará. El Señor es bueno con todos.
Hoy he oído una frase que me ha hecho mucho bien y por eso la transcribo: » yo hago lo que puedo, lo demás se lo dejo al Señor». Es del hermano Gárate. Transmite confianza total en Dios. Somos imperfectos, hechos de barro, con pecados grandes y pequeños, pero si acudimos al Señor, y le pedimos ayuda, si mostramos arrepentimiento y deseo sincero de cambiar, seremos hombres y mujeres nuevos
No sabe cuanto me identifico con ese señor. Durante 20 años le he sido infiel a mi marido, he llevado una doble vida, tengo dos hijos. Al igual que él, nunca perdí la fe, pero era una fe débil, a mi conveniencia, a mi medida.
Un día entré en una iglesia y allí también me derumbé; me acerqué a un sacerdote a pedir ayuda porque ya no podía más; mi vida era toda una mentira; nunca agradeceré bastante a ese sacerdote todo lo que hizo y sigue haciendo hoy en día por mí. Creo que jamás podré agradecerle lo suficiente todo su apoyo, gracias a él estoy ahora en el buen camino.
No ha pasado mucho tiempo, pero ahora soy una nueva persona, ni yo misma me reconozco; mi vida ha dado un giro de 360°, tanto es así, que nadie de mi familia entienden mi forma de ser en la actualidad.
Gracias a Dios, ahora estoy rodeada de personas con un sentido de la religión, que nunca había conocido, ellas también me dan fuerza diariamente para afianzarme más en la fe, a pesar de que nadie sabe mi oscuro pasado.
Esta conversión de mi vida me ha hecho crecer en muchos aspectos.
Sólo Dios sabe lo que me está costando superar mi vida anterior; es una mochila demasiado pesada, y con la que me siento muy culpable, pero con su ayuda espero conseguirlo.
Me ha gustado una frase que ha dicho Isabel del hermano Gárate:» yo hago lo que puedo, lo demás se lo dejo al Señor».
Gracias por compartirla con todos.
Quiero decir, que con la ayuda del Señor y con sincero arrepentimiento se puede salir de todo.
Si hay alguna persona que esté leyendo ésto, se encuentre en una situación parecida, desee salir de ella y no sepa cómo, acuda a un sacerdote, es quien mejor le va a poder ayudar; yo doy todos los días gracias a Dios por haber puesto en mi camino a ese sacerdote.
Gracias Dios mío por haberme dado una nueva oportunidad.
Jesús, retirándose al silencio, en la intimidad con el Padre. Es seguro que Jesús, tenía la profunda necesidad de comunicarse con ¡Abbá!, abrir el corazón e interioridad, a esa presencia amorosa, llena de ternura, acariciando su vida y llenándole de aliento y fuerza.
Largas horas de encuentro confiado y lleno de amor, en medio de la noche y bajo la luz de las estrellas.
Jesús y esa soledad buscada y querida, como el mayor deseo entre el Padre y el hijo amado. Nada que ocultar, nada que aparentar, en diálogo transparente.
Si, Jesús volvía al alba de regreso con los suyos, sus discípulos y amigos, su madre y familia; le habían visto muchas veces retirarse, apartándose al silencio, no sólo exterior, sino a la intimidad que únicamente puede ser habitada por el AMOR y entrar en Comunión.
En medio de un mundo de ruidos y caos, de voces que se alzan con estrépito aquí y allá, de tanta prisa y aceleración por abarcar y llegar a todo, convertimos la existencia en una carrera de fondo, que nos deja exhaustos y sin motivaciones, pues hemos «quemado» la vida, sin vivir la verdadera plenitud del SER.
Al hombre y la mujer de nuestros días, le da miedo encontrarse consigo mismo y sentirse interpelado por esa verdad que llamamos Dios y Padre Nuestro.
Sin embargo, en medio de los problemas e incertidumbres, de las limitaciones y contrariedades, cada vez más salimos en busca de esos espacio, alejados del «mundanal ruido» y la vaciedad frívola
que nos rodea.
Me pregunto ante las crisis que sufren las parejas y matrimonios: ¿Qué valores viven además de su AMOR, está Jesús presente en su vida, en sus gozos y alegrías, también en sus sufrimientos y preocupaciones? ¿Saben encontrar un tiempo y espacio para la oración, para hacer «revisión de vida» y dialogar de los aciertos y logros, igual que de los fallos y debilidades.
Creo que el AMOR que no se cuida con verdadera entrega y no se le prodiga la ternura de palabras y gestos, termina siendo «pasto» de cualquier hoguera.
Quiero pedir por los matrimonios que atraviesan crisis diversas, decirles que mangan vivo su amor, que aprendan cada día a perdonarse, para dejar atrás el lastre del rencor, la amargura y decepción. Donde hay amor, se puede y debe dar una nueva oportunidad, «volver a empezar, renovando la esperanza y recobrando el tiempo perdido.
Hay que orar, seguros-as de que nuestra vida está, en manos del Padre-Bueno.
Como dice la letra de una hermosa canción: «Dios no puede sino darnos AMOR, Dios es ternura»…
Gracias Padre comentarista, seguimos adelante. Que la Palabra del Señor entre poco a poco en nuesro corazón.
Miren Josune
GRACIAS A TODOS