Ya casi todo sabe y huele a Navidad. Como escribo este comentario antes de que se acaben las elecciones no tengo ni idea de quién habrá ganado o perdido el poder político, lo que da mucha paz. En la parroquia ya está puesto el Nacimiento, con su río, sus pastores, sus cuevas, los angelitos cantando y el romero floreciendo. Tiene muchas figuras, casi 100, y como no es excesivamente grande está como la Puerta del Sol en nochevieja. Así que le pregunto a los niños: ¿Te ha gustado el Niño Jesús?. Y casi todos contestan: ¡Sí, está muy bonito!. Y entonces les digo: “Mentiroso, el Niño Jesús no está puesto, hasta el 25 no lo pondremos en el Belén”. Porque casi todos sabe y huele a Navidad, pero aún seguimos en Adviento, en estos últimos días preparando la venida de aquel que vino en carne y especialmente lo hacemos de la mano de María.

Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“- «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»”  Antes de celebrar el nacimiento de Cristo es necesario -como fruto del Espíritu Santo-, que nos llenemos de alegría. Quien espere a llenarse de alegría a la cuarta copa en la cena de Nochebuena va mal, la tenemos que llevar puesta.

Pero ¿Dónde consigo la alegría? Pues buscaremos dos fuentes de la alegría.

La primera: “¡Oíd, que llega mi amado, saltando sobre los montes, brincando por los collados!” El hecho de la Encarnación de Dios es objetivamente un motivo de alegría. Olvídate de cómo está el mundo y cómo es tu vida, olvídate de tus pecados, errores, omisiones o falta de fe. Que Dios esté con nosotros es un motivo de alegría…, aún a pesar nuestra. Si mañana dijesen que se declara la paz mundial y el final de todos los conflictos sería un motivo de alegría aunque no vivamos en una nación en guerra. Pues la encarnación es una de las fuentes de la alegría.

Y la segunda fuente de la alegría: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?” El nacimiento de Cristo y su segunda venida no será un hecho abstracto, que ocurre en un lugar utópico. El Señor se encarna para ti y para mi, para la humanidad concreta y personal. Aquí sí puedes meditar sobre tus pecados, errores, omisiones o faltas de fe y, a pesar de todo eso, Dios se hace hombre por ti. Entonces alégrate como el ciego, el leproso, la prostituta, el publicano a los que Jesús se acercaba y perdonaba. Dios llega y Dios te llega.

Dale gracias a Dios por todo, pídele a la Virgen -la dichosa-, que te acompañe en este tiempo de misericordia y también saltes de alegría para preparar muy bien la llegada de la Navidad.