Wiston Churchill, después de una hazaña de la marina británica en la que intervinieron también pesqueros y barcos de toda clase para rescatar a algunos aliados de la costa francesa, exclamó: “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”. Esa frase se ha hecho célebre. Con mayor motivo nosotros deberíamos decir: “Todos se lo debemos todo a Uno solo”, porque todo lo que tenemos nos viene de Dios, desde nuestra existencia hasta la más pequeña de las cosas o goces de los que disfrutamos. Todo toma su origen en Dios y de ahí le procede también su bondad.
El Evangelio de hoy me coloca contra las cuerdas. Donde Jesús dice Corazaín, donde dice Betsaida, escucho mi nombre y la voz del Señor que me llama a hacer repaso de todo los dones recibidos. ¿Cómo respondo ante ello? Seguramente de muchas de las cosas que Dios me ha regalado ni siquiera tengo conciencia. Otras las he relativizado o he atribuido al azar o la casualidad lo que fue voluntad directa de Dios para mi bien. Algunas, incluso, me las he atribuido a mí mismo y donde habia gracia he leído que era algo debido a mi esfuerzo o mis méritos. “14”.
A cada uno se le pedirá en función de lo que se le ha dado. Para nosotros no hay excusa. Lo tenemos todo. Tenemos esa riqueza inmensa que son los sacramentos, el tesoro de la Eucaristía, la maravilla de la Iglesia, la intercesión de los santos y la protección de María. Se nos predica el Evangelio y podemos contemplar el testimonio de cristianos ilustres. Y tenemos todas esas mociones interiores que cada uno experimenta en su alma. ¿Qué más podemos pedir?
Quizás sea bueno cultivar el agradecimiento. Recuerdo a un predicador que un día nos preguntó en un retiro: ¿cuánto tiempo dedicas cada día a dar gracias? Podemos empezar por las cosas más pequeñas e inmediatas para ir ascendiendo a la fuente de todo bien, que es Dios. Él no deja de amarnos y de acompañarnos. ¿Qué le había sucedido a Betsaida? ¿No consideraba todos los milagros que sucedían en ella como si fueran fenómenos atmosféricos o algo que tenía que pasar necesariamente? Aquella ciudad no juzgaba sobre su vida, no leía la acción de Dios y por eso se desconocía a sí misma.
Qué bueno dar cada día gracias a Jesucristo, por quien nos han venido todos los bienes, que ha entregado su vida por nosotros y nos ofrece su amistad. El que vive agradecido también vive contento y puede llevar alegría a los que le rodean.
Que la Virgen, que en el Magníficat, cantó todas las grandezas que Dios hizo en su vida nos ayude a reconocer los dones que Dios nos regala y nos enseñe a vivir en conformidad con la gracia.
Perdón Señor por mi desagrdecimientos ¡
Lo que es indigno del nombre de cristianos es no ser acogedores. No acoger la Palabra que ha venido para alumbrar a todo hombre; que procura vida en abundancia a quien la recibe y que sostiene en la misión de transformar nuestro mundo, haciéndolo verdaderamente humano. Porque los signos que se realizaron en tiempos de Jesús, se siguen realizando por los seguidores de Jesús y tienen como consecuencia que el mundo sea más humano según el querer de Dios.
El agradecimiento es el primer paso para avanzar en la vida interior, lo sabemos bien… Llevar un diario de gratitud es un camino seguro para superar estados de ansiedad y depresión, nos dice la psicologia actualmente en voga. Experimentar la felicidad depende de la capacidad para percibir y apreciar la ternura del amor de Dios, en cada instante, a lo largo de la jornada, elevando siempre los ojos al cielo, sobrenaturalizando lo mas ordinario y en apariencia irrelevante.
¡Que como Maria caminemos por la senda de la gratitud siempre para no errar!. ¡Que cada día digamos al menos una vez gracias a alguien que nos recuerde el rostro de Cristo!
Esa es la cuenta q el SEÑOR nos pedira como dice comentarista de los TALENTOS, como dimos fruto o como el q lo enterró??? El q da fruto se le dará hasta el doble y másss y a El q NO, se le quitara hasta lo poco q se le diooo.
Hoy no paro de darte gracias,Señor, quisiera este camino hacerlo largo , largo y al final Encontrarte Esperándome .
Darte gracias, por tu Magnificencia Tu lo das todo y que poco doy yo. Solo siento mi corazón rebosando de Amor por Ti Señor
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños.
El Reino de Dios ya está aquí y está en nosotros. Jesús nos ayuda con su palabra a que veamos toda la bondad, todo el regalo, todo lo que tenemos y que nos ha sido dado por el amor de Dios. El evangelio siempre “denuncia” a nuestras cegueras, fruto del mal y del pecado que nos hacen ver una realidad no hermosa. Cuando casi sin darnos cuenta ponemos delante nuestros egoísmos, nuestros deseos y exigencias infantiles, nuestras seguridades, entonces “el mundo no es como yo quiero”. Cuando escuchamos a Jesús, cuando vamos “soltando” todo eso que nos ciega, cuando nos vamos haciendo humildes, empezamos a ver con claridad. Vemos la realidad, una realidad en la que todo nos ha sido dado, en la que no nos hemos ganado nada y sin embargo se nos da por puro amor. Hasta el mismo Dios se ha entregado a nosotros por amor. Y entonces es cuando empezamos a ver los verdaderos milagros que estaban ahí todo el tiempo. Simplemente nuestra ceguera nos impedía verlos.