Martes 25-5-2021, VIII del Tiempo Ordinario (Mc 10,28-31)
«Pedro se puso a decir a Jesús: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”». Pedro acaba de ver cómo el joven rico, ante la llamada de Cristo a seguirle más de cerca, se marchó triste. Para aquel muchacho con profundas inquietudes, sus riquezas se le habían convertido en un lastre, impidiéndole marchar tras los pasos de Jesús. Ni siquiera la mirada de amor de Cristo había sido capaz de cambiar ese corazón. Es cierto que aquel joven se fue triste, pero parece que su rechazo también entristeció el corazón tan humano del Maestro. Y Pedro se dio cuenta. Por eso nos sorprende con una afirmación tan franca que nos enternece. Ante el drama del rechazo, el apóstol busca consolar a su Señor, recordándole que otros sí que le han seguido. No todo son negativas… ellos le han dicho que sí. Y, además, le recuerda que para ser sus discípulos lo han dejado todo: redes, trabajo, casa, padres, amigos… Estoy seguro de que Jesús esbozó una sonrisa ante tal muestra de franqueza de Pedro. Ante el rechazo de tantos, tú y yo podemos consolar el Corazón de nuestro Jesús. Con nuestro sí de cada día, dejándolo todo para seguirle, reparamos tantos noes como nuestro Dios recibe en esta tierra.
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa». Pero Jesús nunca se deja ganar en generosidad. En respuesta al afecto de su discípulo, les insinúa a Pedro y a los demás apóstoles la inmensa recompensa que les tiene preparada. Quizás hemos escuchado tantas veces estas palabras del Señor que han podido perder su fuerza primera. Pero son muy claras: «En verdad os digo». Cristo nos promete algo muy grande, y nos lo promete de verdad. Y esta promesa no viene de labios de un vendedor ambulante, un político de turno o un mago ilusionista… Hemos escuchado tantas promesas vacías, falsas, pasajeras, que hemos perdido la capacidad de esperar y confiar. Pero esta vez es distinto. No es una promesa cualquiera. Esta viene de labios del mismo Dios, que es capaz de cumplir su Palabra. Si Él lo ha dicho, Él lo hará. Él ha empeñado su palabra. Y lo que nos ha prometido es muy grande.
«Que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más; y en la edad futura, vida eterna». ¿Cuál es esta promesa? Existe una caricatura de la religión como el “opio” del pueblo, que adormece y tranquiliza al hombre prometiéndole una vida mejor en el más allá. Como si la única esperanza fuera un Cielo después de la muerte. Pero no es eso lo que nos ha prometido el Señor. Él nos ha dicho que ya “en este tiempo” nuestra vida puede dar fruto, multiplicarse por cien, y alcanzar una plenitud nunca antes imaginada. Y después, por supuesto, “en la edad futura” gozar de la eterna bienaventuranza. Si tenemos el corazón pequeño, nunca podremos llegar a imaginar la magnitud de estas palabras del Señor. Todo lo contrario. Cristo nos invita a soñar con una vida plena, con una alegría indestructible, con un fruto abundante. Cuando nos empeñamos en no ver más allá de nuestras narices, Él nos abre un horizonte infinito. Atrévete a soñar con esta promesa. Atrévete a desear lo inimaginable. Así se atrevió san Pablo: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman».
Aprovecha cada minuto. Sonríe aún en medio de los contratiempos. Aspira a una vida sencilla y agradece todo lo que tienes. Pon mirada en los últimos, en los lentos, en los que se encuentran en la otra orilla, en los que no tienen de que desprenderse, en los que no tienen méritos para que les den paso y preferencia.
El Señor nos habla claro al respecto: «el generoso será próspero; el que alivie a otros, será aliviado y quien encierra su oído a la súplica del pobre, no será escuchado cuando clame».
No despojes al pobre por ser pobre ni oprimas al desvalido, porque el Señor defiende su causa y quitará la vida a los que lo hayan despojado.
Da el justo valor a las cosas; si las tienes, agradécelas. Ante la vida, sé agradecido y ante Dios, no intentes merecer o exigir su amor. Acógelo y deja que Él vaya ordenando tu vida.
Y muy importante para nuestra vida: No dejar de rezar el Santo Rosario cada día, la Virgen Maria, nos pidió que rezáramos todos los días, para alcanzar la paz en el mundo y el fin de la guerra, así como que pidiéramos por los enfermos y losmás necesitados.
Vuestro hermano en la Fe: José Manuel.
gracias padre.
San Marcos nos presenta una enseñanza bien significativa de lo que significa la fe y el seguimiento de Jesús. Dos palabras a mi modo de ver definen la actitud que debe tener un cristiano: la entrega incondicional a Cristo y el Evangelio y la humildad de corazón.
“…cien veces más…”
“…con persecuciones…”
“…con las manos vacías…”
“…sacrificios de comunión…”
“…Da al Altísimo como él te dio…”
“…cantaré al nombre del Dios Altísimo…”
“…me libró porque me amaba…”
Auxilio de los Cristianos , intercede por nosotros
Gracias. Es tan bonito soñar en poder al fin ver Tu cara Señor, con los brazos abiertos y poder abrazarte… pero ese sueño, que difícil resulta alcanzarlo y que se hiciera realidad. ¡¡¡Ayudarme Señor a luchar y que nunca dejes de Amarme!!!!
Nos va a regalar Dios, estar con Él toda la vida, toda la eternidad. A ese premio, desde luego, no hace falta ponerle muchos estímulos. No hay trabajo suficientemente grande como para rechazar ese premio, lo que te dan vale más que todos los esfuerzos.
Pensemos en ese bellísimo soneto de un cantautor, dicen que anónimo, de la lengua española: «No me mueve, mi Dios, para quererte el Cielo que me tienes prometido ni me mueve el Infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Muéveme, mi Dios, el verte clavado en esa Cruz y escarnecido, y aunque no hubiera Cielo, yo te amara, y aunque no hubiera Infierno te temiera […]».
Nosotros que estamos con el Señor por amor al Señor y por agradecimiento al Señor y sabemos que el Cielo existe y deseamos estar con Él toda la eternidad, pero no me tiene que dar Dios, para que yo le quiera, porque ya me ha dado bastante, ya ha comprado, al precio de su sangre, mi amor y tiene derecho a él:
Tu hermano en la fe. José Manuel.
…. no me tienes queda lo que esperaba, lo mismo que Te quiero Te quisiera!!!!
No me tienes que dar lo que esperaba, porque aunque lo que espero no esperara , lo mismo que Te quiero Te quisiera
Esta noche me siento tan en paz , Señor. Ha sido una tarde dedicada completamente a Ti. Después del Sacramento del Perdón he pasado acompañándote en el Sagrario hasta la hora de la Eucaristia. Sigue siempre a mi lado Señor!!!!