Entre mis músicos favoritos se encuentra Francisco Guerrero, compositor andaluz que, en mi humilde opinión ha escrito dos de las piezas eucarísticas más soberbias de la historia de la música, la primera, de la que me he servido para titular esta pequeña reflexión, expresa en apenas unos versos las claves del misterio que hoy celebramos:

Por una parte, recoge la totalidad del sacrificio y de la entrega de Jesús, Dios no ha podido darnos más, nos dio la existencia, nos dio un destino y un sentido, nos dio el camino, y no solo se nos dio, sino que se nos sigue dando, sigue poniéndose en nuestras manos cada Eucaristía, milagro alucinante Dios y hombre en un bocado, toda la divinidad en poquito de pan, en un poco de vino…

Es una muestra tal del verdadero poder, de lo que realmente nos deja sin palabras que no cabe esperar ningún poder mayor. Puede haber algo más grande que Dios hecho pequeño, puede haber algo que nos deje más sin aliento que el amor entregado…

Y es un poder del que Dios nos hace participes, pues en su amor entregado por los hombres nos transforma, nos eleva, nos quiere y ese querer nos sostiene en la existencia, da suelo a nuestras vidas, sentido a nuestros pesares.

La segunda composición de la que les quiero hablar, seguramente más conocida, es Pan divino y gracioso.  En ella Guerrero llama a la Eucaristía manjar que da sustento al alma mía. Ciertamente que la vida espiritual sin este alimento está completamente desnutrida, sin vigor, ausente… qué lástima que muchos de nuestros hermanos hoy padezcan esa anorexia espiritual de quien no puede ni dedicarle un ratillo a Dios en la semana, de quien no puede compartir su fe, ocupado en no hacer nada, que lástima que muchos por aburrimiento elijan “morir de hambre”.

De ella me sobrecoge el versillo que dice “que aunque estuviere dura, aquí se ablandará con tal dulzura” se refiere al alma, que no resiste en su tesón cuando es bañada por la misericordia de Dios, esos corazones como piedra, se derriten ante el crisol que es el amor de Dios, que purifica y sana nuestras asperezas…

No es mala oración, para este domingo del Corpus, que la dulzura del amor de Dios, hecho pan, ablande y lime nuestras aristas, que sea el cincel con el que se modela nuestra conducta, que sea en definitiva el que nos lance a la vida en plenitud, a la vida eterna. Amen