MARTES OCTAVA NAVIDAD. LOS SANTOS INOCENTES
San Mateo 2, 13-18
Si nos fijamos en los relatos evangélicos del nacimiento encontramos que todos van de camino. Dios recorre la distancia entre la eternidad y el tiempo por la Encarnación. María y José han de ir de Nazaret a Belén y aún después, ya con el Niño, deben huir a Egipto. Los pastores dejan sus rebaños al raso para correr al portal y los sabios de Oriente abandonan sus países para encontrarse con el Rey de la gloria. Sólo hay un personaje que permanece quieto y no quiere dar un paso: Herodes.
Sabemos poco de los niños que murieron bajo la espada de aquel gobernante cruel. Herodes quiere saber, pero no quiere cambiar. Tiene gente que investiga las profecías, pero su único afán es que estas no se cumplan. Encontramos en él una resistencia inaudita a la gracia. Podía obtener la salvación, pero renuncia a ella. Su vida se resume en un deseo de que nada cambie. Su vida demuestra que no era feliz y signo de ello era la crueldad que siempre mostró. Temió acercarse al Niño pequeño de Belén porque temía lo que iba a perder y nunca consideró todo lo que podía ganar. Pero él no estaba dispuesto a dar nada. En ese deseo por asegurar su situación decidió eliminar a todos los niños de Belén. Porque también nuestra vida, cuando no camina hacia el Señor, siempre termina haciendo el mal. Vivir contra Dios no conduce a la simple indiferencia. Sin llegar a la maldad de Herodes podemos cometer otras faltas. Todo por no querer movernos hacia el Salvador.
La Iglesia al celebrar la fiesta de los santos inocentes, esos mártires que confesaron a Jesucristo antes de saber hablar, nos coloca en la perspectiva del triunfo del Señor sobre el mal de este mundo. Ello no nos quita el dolor. El Evangelio es plenamente consciente de esa realidad y negarla sería olvidar nuestra condición humana y atentar contra el amor hacia nuestros seres más queridos. El dolor humano no desparece. Pero podemos situarlo en una visión más grande, junto a Dios.
Hay quienes desean destruir el Amor, pero este es más grande y aunque a veces pueda parecer lo contrario, se acaba imponiendo. La inocencia de aquellos niños nos invita, como hace el Apóstol, a querer guardar nuestros corazones puros. Desde la limpieza de corazón se advierte como el mal no tiene la última palabra y se descubre el amor de Dios que no deja de acompañar a todos los que sufren.
Pidamos a los santos Inocentes que nos ayuden a abandonar nuestra vida cómoda y regalada y nos acompañen en el camino hacia Belén. Jesús trae la salvación. A ella se opone el mal de este mundo. Su Amor es más grande y triunfa, pero mientras son muchos los que sufren. Jesús nos llama a consolarlos haciéndoles partícipes del amor que el mismo nos trae.
Querido hermano:
Hoy contemplamos cómo Herodes quiso matar la vida y el amor. Quería apropiarse de todo; acumularlo, no compartir honores, temía repartir el aplauso y no estuvo dispuesto a conocer y a acoger a quien le daba la vida. Él solo quería controlarla, manipularla, jugar con ella y acumularla para él solo.
Nos comportamos como Herodes cuando negamos que exista otra realidad fuera de nosotros. La envidia y el egoísmo pueden fracturar relaciones, familias, pueden hacer fracasar proyectos pastorales preciosos.
La envidia y el egoísmo siempre nos llevarán a la tristeza y a la sospecha. Herodes se equivocó, porque no supo darle la preferencia y la gloria a quien le pertenecía.
Como dice el refrán: «Algunos son como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer».
En el Evangelio aparece otro tema: «Mandó matar a todos los niños de Belén y de todos sus alrededores que tuvieran menos de dos años».
Hoy no existe una orden oficial de matar, sin embargo, sigue habiendo inocentes que mueren asesinados diariamente, porque hay muchos Herodes que impiden la vida a muchos inocentes, y acumulan para ellos mismos lo que podría solucionar la vida de muchos.
Se dice que quien muere hoy de hambre, muere asesinado. Sin embargo, hemos perdido la capacidad de llorar y de dolernos cuando vemos a tantas Raqueles que lloran por sus hijos y no quieren consolarse, porque ya no existen.
Compromete tu vida. No seas Herodes. Reza cada dia el Santo Rosario. Pide por la Paz en el Mundo. Por los inocentes que padecen y mueren desde el seno de sus madres. Por los ancianos desechados, o enfermos.
Tu hermano en la fe: José Manuel.
Me hacen pensar con tristeza los sufrimientos de tantos niños iinocentes q hoy día siguen siendo eliminados. Señor Jesús hadnos un corazón sensible a todos esos sufrimientos