Daniel 3, 25. 34-43; Sal 24, 4-5ab. 6 y 7bc. 8-9; san Mateo 18,21-35

Vamos a intentar volver a la vida diaria después de tantos acontecimientos que seguiremos poniendo en el altar.
Problema de matemáticas: Si un autobús avanza a una velocidad constante de cien kilómetros por hora, ¿Qué espacio recorre en hora y media?. Respuesta: “¿unos setenta…?”. Esto, que sería digno de estar en la antología de disparate no es una invención, es la respuesta que me dio un chaval de quince años, y ante la cual desesperé de intentar explicarle el problema que traía del colegio, que no hablaba de autobuses sino de ciclistas, que no trataba de velocidad constante sino variable, y encima se paraban a tomar un refresco. No pienses que era un chaval de educación especial, era tan normal, tenía su moto y era el líder se sus amigos del colegio, pero tuvimos que olvidar el problema y retroceder a las reglas básicas: sumar, restar, multiplicar y dividir.
Estamos en cuaresma, un tiempo en que cada año tenemos que volver a repasar las “cuatro reglas” de la vida cristiana. ¿Cuánto es setenta por siete? El resultado es la misericordia infinita de Dios, que cuanta mayor es tu deuda mayor es su perdón, porque conoce el corazón del hombre y está deseando derramar su Gracia.
“Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, (…) porque los que en ti confían no quedan defraudados”. ¿Cómo perdonar cuando nos ofenden y nos hacen daño?, es la pregunta que hace Pedro al Señor, es la pregunta que muchas veces nos hacemos cada uno de nosotros. Podríamos tener una respuesta desde la teoría, pero sería como intentar que el chaval del principio respondiese a la pregunta del autobús en un tratado de quinientas páginas sobre la aceleración y el efecto del viento en los cuerpos en movimiento… pero sin saber multiplicar. ¿Cómo perdonar?. Paladeando el perdón de Dios, acercándote a la confesión y poniendo humildemente tus pecados al pie de la cruz y dejando que la sangre de Cristo los blanquee, limpie y perdone. A veces podemos tener el pensamiento de creer que nuestros pecados no son tan “grandes” como los de otros, que nuestra deuda es “pequeña” comparados con los pecados del mundo y que nos podemos permitir vivir con esa falta. Volvemos a las cuatro reglas: Setenta por siete es la eternidad, por uno solo de esos pecados que consideras “pequeños” Cristo murió en la cruz, Dios Padre entregó a su Hijo: donde “abundó el pecado, sobreabundó la Gracia” y tenemos en nuestro interior ese tesoro inagotable de la misericordia de Dios,
¿Cómo vamos a ser tan avaros de intentar guardarnos ese tesoro para nosotros mismos?. Se aprende a perdonar cuando nos sabemos capaces de recibir perdón, y no nos sabemos capaces también de las mayores miserias y de los mayores pecados si no es por la misericordia de Dios. “Jesús, en vos confío”, esta frase aparece al pie del cuadro de la Divina Misericordia, repítelo, palpa el cariño increíble de Dios, su “poder maravilloso” y aprenderás a perdonar. Santa María, madre de misericordia, acógenos en tus brazos.