Génesis 1, 1. 26-31a; Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22.; Génesis 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18; an Lucas 24, 1-12
Cada comentario del Evangelio tiene que estar preparado unos días antes para que pueda ser colocado en la página web puntualmente. El de esta noche es uno de los que más me está costando preparar, aunque tú –estimado lector-, lo leas en la noche del sábado Santo, yo estoy en medio de la Semana Santa, preparando el Monumento y las celebraciones y oficios de estos días, para llegar a la noche santa aun tengo que pasar por el abandono del huerto, la dureza de la cruz y la soledad del sepulcro, aun no tengo el corazón y la cabeza preparados para la Pascua tengo todavía mucho que acompañar a Cristo doliente y quedarme desconcertado por la entrega completa de Jesús.
Ese camino ya lo debes tener recorrido, en el día de hoy has estado con María que espera y confía a pesar de su soledad, con las otras Marías que desoladas no comprenden la entereza de la Virgen, con los apóstoles que han alojado en su corazón la desazón y el miedo abriendo la puerta a la desesperanza. Para ellos, para ti y para mí, resuenan las palabras de los ángeles: “Por qué buscáis entre los muertos la que vive? No está aquí. Ha resucitado.” Ante el anuncio más grande que toda la humanidad podía esperar, el cumplimiento de las promesas de Dios y el culmen de la historia de Salvación, no ocurre como en las promociones y anuncios humanos que buscan el efectismo y el ruido para dar a conocer su producto, sino que sucede según la pedagogía divina: de boca en boca, de oído a oído, de corazón a corazón como un reguero de pólvora va extendiéndose la gran noticia. “Ésta es la noche” en que la humanidad recibe –aunque la gran mayoría permanezca indiferente- en la que “se hacen nuevas todas las cosas”. “Ésta es la noche”, no la de ayer ni la de mañana, ¡ésta! que esperó Abraham, que profetizó Moisés, que los profetas quisieron ver y no vieron que fue anunciada tras el pecado del hombre al comienzo de la historia humana.
“Ésta es la noche” que también esperas en el fondo de tu corazón, ¡ésta!, no la de ayer ni la de mañana, la noche en que descubres que tu pecado lleva a la muerte y la esperanza, la esperanza que parecía que dormía el sueño de la muerte pues no se hacía presente en tu vida, y ahora se levanta del sepulcro y, victoriosa con Cristo, vuelve a reinar en tu corazón. El sepulcro se vacía y tu corazón se llena de gozo, encuentras las respuestas a todos los “porqués” y, desterrando la duda y la tibieza del fondo de tu alma, te llenas de “admiración por lo sucedido”, se renuevan las ganas de entregarse, de vivir ahora y siempre tu bautismo, tu ser hijo de Dios. “Ésta es la noche” en que quisieras que la llama pequeña y vacilante del cirio pascual fuera un fuego devorador de los corazones de la humanidad abrasándolos en el amor de Dios. “Ésta es la noche” que no por repetida deja de ser nueva, que tu madre María esperó, anheló y confió en presenciar, agárrate de su mano y entre aleluya y aleluya dile al Señor desde el fondo de tu alma: Gracias.