Hechos de los apóstoles 5,27-33; Sal 33, 2 y 9. 17-18. 19-20 ; san Juan 3, 31-36

“Por ser vos, mi dios. Yo te doy gracias por dejarme amarte. Y que tu nombre llevaré en mi corazón hasta el último segundo de mi vida.” No, no es una errata que dios esté con minúsculas, esta “oración” la he copiado de Internet y la palabra dios venía con mayúsculas pero he decidido ponerla con minúsculas. ¿Por qué? Pues porque sería una bella “oración” si se dirigiese al Señor de cielos y tierra pero se refiere en realidad a… ¡Maradona!. ¡Cómo debe sufrir esta chica de quince años que coloca en la web su confesión pública de fe en un futbolista al verle ahora – mientras escribo este comentario al menos- debatiéndose entre la vida y la muerte, porque ahora o cuando Dios quiera (este sí con mayúsculas), pasará de este mundo, morirá, le meterán en un ataúd, le pondrán encima un mausoleo con forma de balón de fútbol que pesará unos cuantos quintales -¿por qué cuanto más importante es uno le ponen más difícil levantarse el día de la resurrección?)-, y en unos pocos años pasará a ser una anécdota de los programas deportivos.
“El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra.” A esta chica que adora a un futbolista como su dios, a ti y a mí que tantas veces ponemos las “cosas de la tierra” por encima del que “viene de lo alto”, que “obedecemos a los hombres antes que a Dios”, deberían obligarnos a ver varias veces al día el capítulo de Barrio Sésamo en el que se distinguía entre “arriba” y “abajo”. Deberíamos soñar con Epi, Blas y el monstruo de las galletas enseñándonos: “ahora estoy arriba”, “ahora estoy abajo”, “arriba”, “abajo”…, así hasta que nos quedase bien claro.
¿Cómo distinguir si tengo mi fe en Dios o en Maradona? No es una pregunta tan burda. A veces si cambiásemos en nuestra confesión de fe a Dios por el coche, el sueldo, la estabilidad, el descanso, nuestro tiempo, o cualquier otra cosa, aunque nos parezca pequeña o tonta, nos daría casi exactamente igual, muchos incluso le darán más importancia que a la Misa de los domingos o a buscar cuanto antes la Gracia de Dios cuando cometemos un pecado. ¿Cómo distinguir bien una cosa de la otra? Dios, “no da el Espíritu con medida”, rebosa, nos colma, nos llena completamente, sacia hasta embriagar el alma, nos hace –sin “efectos especiales”-, dar la vida con alegría, mirar la vida con esperanza, superar hasta el límite de la muerte por el Amor y por amar. Sin embargo, cuando nos perdemos el capítulo de “Barrio Sésamo”, cuando se ofusca en nuestro corazón la distinción entre los bienes de “arriba” y los de la “tierra” entonces la “ira de Dios pesa sobre él” y llega la melancolía, la tristeza, la falta de horizontes el miedo a la entrega y al compromiso, la pasividad, el tacañear en obras y palabras, el “hacer lo justo” (y no en sentido de justicia sino de medida), la pesadumbre de corazón.
“Aunque el justo sufra muchos males, de todos los libra el Señor.” Haz un rato de oración con Barrio Sésamo y cuando distingas bien entre “arriba” y “abajo” pídele a la Virgen que te ayude ha decir hoy, ahora, ese sí al Señor.