Hechos de los apóstoles 6, 1-7; Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19 ; san Juan 6, 16-21

Me da pánico ver en algún aparatito- sea el que sea-, la palabreja “multiusos”. Suele significar que no sirve bien para ninguna de los usos que anuncia. Una navaja multiusos suele cortar mal, no abrir botellas, tener unas tijeras que no cierran y una especie de destornillador que nunca cabe en la cabeza de ningún tornillo.
“Incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe”, comprendo que se refiere a los sacerdotes judíos de Jerusalén, pero no nos viene nada mal aplicárnoslo hoy. A los sacerdotes parece que nos han puesto la pegatina de “multiusos”, tenemos que ser psicólogos, sociólogos, economistas, animadores, barrenderos, arquitectos, electricistas, cocineros, profesores, paño de lágrimas y blanco de críticas, monaguillos, cantores, catequistas, coordinadores, notarios, … ¿Y los laicos? Eso quisiera saber yo, es cierto que en muchos casos son mis manos y mis pies pero, al final, desde el obispado piden cuentas al sacerdote y nos convocan para reuniones de formación, de arciprestazgo, de vicaría, encuentros diocesanos, reuniones de coordinación, de cáritas, de catequesis, de enseñanza, de apostolado seglar, de vida religiosa, de vida menos religiosa, del plan de pastoral, de las líneas de acción, de todo lo imaginable. Al final uno se encuentra como los apóstoles en la barca: “soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando” y encima no ves a Jesús por ningún lado, sólo encuentras balances, presupuestos, valoraciones, informes y “ne témeres.”
“No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración.” Me dan verdadera lástima los sacerdotes dedicados casi exclusivamente a los papeles, los informes y demás. Deben ser necesarios, pero ¡menuda tortura!. En la parroquia se dedican muchas horas a los papeles pero por lo menos de vez en cuando te interrumpen para pedirte un bautizo y puedes recuperarte un rato hasta el siguiente atracón papeleril.
Me cuesta mucho, pero voy aprendiendo a descubrir a Jesús entre el proceloso mar de papeles, escucho a veces esa voz “Soy yo, no temáis” y cuando pones oración en los papeles en menos tiempo del que te das cuenta “tocas tierra enseguida, en el sitio a donde ibas”. Me gustaría dedicar mucho más tiempo a la oración, aunque a veces pienso que lo que me gustaría es no tener que levantarme a las seis para rezar y poder acostarme pronto para dormir.
Sin duda hay que sacar momentos para sentir que “los ojos del Señor están puestos en sus fieles” pero también tendrás que descubrir a Jesús entre los papeles de la oficina, los compañeros de trabajo, los niños que corretean por la casa, las cacerolas de la cocina, el atasco de tráfico. Cuando te agobies vuelve a escuchar “Soy yo, no temáis” y confía que si estás haciendo lo que Dios quiere, llegarás a buen puerto, pero si estás todo el día anhelando “el monasterio” y el Señor te quiere en su barca, aun con un mar revuelto, donde tienes que estar es en medio de la tormenta y Cristo no andará lejos (aunque si te quiere en “el monasterio” qué narices haces perdiendo el tiempo en ese atasco). María, haznos buenos marineros, aunque seamos multiusos.