Hechos de los apóstoles 6, 1-7; Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19; san Pedro 2, 4-9; san Juan 14, 1-12
Hoy Benedicto XVI se sentará solemnemente en la sede de Pedro en la Basílica Vaticana. Muchos anuncian su homilía como si fuese su “programa político” del Pontificado y las líneas de acción por donde caminará la Iglesia el tiempo que Dios nos conceda a este Papa. ¿Continuismo? ¿Integración? ¿Renovación?…, muchos querrán ver, y leer entre líneas, las claves de este Pontificado y se escribirán multitud de artículos sobre el tema. Me parece una estupidez perder el tiempo en esas reflexiones de partido político barriobajero.
Me atrevo a hacer una predicción (y no soy profeta): Benedicto XVI nos va a hablar de Cristo, del amor y la misericordia de Dios e invocará al Espíritu Santo. No hay otro trasfondo. “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.” Desde la sede de Pedro sólo se habla de Cristo y del hombre que puede vivir en Cristo de una manera plena y nueva. Quien quiera leer entre líneas, encontrar mensajes subliminales o referencias veladas a otros temas sólo encontrará sus propios complejos y miedos; quien quiera rezar con estas palabras que hoy nos dirigirá Benedicto XVI se encontrará con Dios.
“Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado. Para vosotros los creyentes es de gran precio, pero para los incrédulos es la piedra que desecharon los constructores; ésta se ha convertido en piedra angular, en piedra de tropezar y en roca de estrellarse.” Comprendo que para muchos es un escándalo que Benedicto XVI, Juan Pablo II, Juan Pablo I, Pablo VI, Juan XXIII, etc. hayan hablado siempre de Cristo. Siendo cada uno distinto todos tenían la misma misión y el mismo encargo que procuraron vivir con fidelidad. Esto a muchos les escandaliza pues descubren sus propias incoherencias y su infidelidad a la misión recibida.
Fijaos hace unos días en el Congreso de los diputados de España. En una misma sesión se aprueba una ley para “defender el amor” entre parejas homosexuales y que puedan llamar matrimonio a su unión (nunca lo será, como yo nunca seré alto), y otra ley para destruir los lazos de eso que antes llamaban amor cuanto antes, aprobando los divorcios “express.” Los psiquiatras podrían hacer unas cuantas tesis doctorales sobre esta esquizofrenia política, personal y grupal de nuestros políticos. Cuando uno busca el aplauso suele acabar abofeteado en la cara y cuando desde la sede parlamentaria se dice una cosa y la contraria en una sola sesión, más valdría que legislasen desde un psiquiátrico y en vez de bedeles hubiese enfermeros.
Por incoherencias como ésta, y muchas más, hace daño que desde la sede de Pedro se hable siempre de Cristo y de la redención del hombre y se quieren ver incoherencias, intereses personales, tendencias o partidismos. A veces tendemos a igualar la iglesia a nuestras mezquindades, pero cuando alguien recibe el encargo de guardar el depósito de la fe se olvida de buscar el aplauso y sólo busca trasmitir a Cristo.
Leamos hoy con atención la homilía de Benedicto XVI, recémosla. No va a decir nada nuevo, no va a anunciar novedades en la fe, podría firmarla cualquiera de sus antecesores; pero será la voz de Cristo en su Iglesia que siempre es nueva y actual.
Santa María, sigue acompañando a tu Iglesia, continúa al lado del Santo Padre y ayúdanos a nosotros a no vivir en la incoherencia de los enemigos de Cristo.