san Pablo a los Corintios 15, 1-8; Sal 18, 2-3. 4-5; san Juan 14, 6-14

La fiesta de los apóstoles nos pone en contacto con los fundamentos de la Iglesia. Ellos son las columnas de un templo vivo que llega hasta nuestros días y del que también nosotros formamos parte. Es un hecho que si rastreamos la ordenación episcopal de cualquier obispo al final nos topamos con un apóstol. Los obispos son sus sucesores y con ellos ha ido creciendo una Iglesia cada vez más grande.

Hoy recordamos a dos de esos apóstoles de los que se sabe relativamente poco. A pesar de ello los recordamos con toda solemnidad porque fueron de los compañeros primeros del Señor . Sólo ese hecho ya nos da que pensar. Ser Apóstol, uno de los Doce, es una dignidad muy grande. Están ahí como pilares de esta maravilla que es la Iglesia.

En el texto del Evangelio de hoy sucede un incidente que nos puede ayudar mucho. Felipe hace una pregunta al Señor y éste se sorprende: “Hace tanto que estoy con vosotros ¿y no me conoces, Felipe?”. Las palabras de Jesús suenan como una regañina. Para nosotros suponen una gran lección, porque quizás llevamos mucho tiempo alrededor de Jesús, caminando a su lado, y no lo conocemos del todo.

En el sepulcro del Papa Luna están escritas estas palabras: “Tanto que hablé de Ti y tan poco que hablé contigo”. Es una confesión tremenda. Jesús nos llama a una relación muy estrecha con Él a semejanza de la que mantiene con el Padre. En otro momento dice que nadie conoce al Padre sino el Hijo, y que nadie conoce al Hijo sino el Padre y aquellos a quien el Padre se lo da a conocer. Nuestra vida cristiana consiste en conocer a Jesucristo quien, por otra parte, es de una profundidad y riqueza inagotable. A pesar de todo estamos llamados a ello. Y, a través de Jesucristo, y sólo mediante Él, conocemos al Padre. Es el único camino que nos lleva hacia Él.

Por otra parte, Jesús nos indica la consecuencia de una relación auténtica con Él. El conocimiento de Cristo no es intelectual sino vital. Al estar con Él nos comunica su vida y nos va transformando hasta el punto de poder realizar sus obras. Por eso dice el Señor: “El que cree en mí también él hará las obras que yo hago, y aún mayores”. Y esas acciones, que podemos reconocer en la vida de la Iglesia y en el testimonio de los santos, las realiza el mismo Jesús.

La fiesta de hoy nos invita a examinar cuál es nuestra relación con Jesucristo. Los apóstoles son esas columnas sostenidas por la Piedra que es Cristo. Toda su vida se entiende a la luz y en relación con la de Jesús. Algunas personas hablan de una segunda conversión. Esta sucede cuando, en nuestro caminar como fieles, tomamos conciencia de que Jesús lo es todo y nuestra vida, verdaderamente, comienza a tener en Él su centro, su principio y su final.

La Virgen María vivió totalmente para su Hijo. Que ella nos enseñe a tratarlo como “Camino, verdad y vida”. Los apóstoles se unieron a ella durante los días posteriores a la muerte y resurrección del Señor. Que durante este tiempo de Pascua, y al amparo de nuestra Madre, podamos conocer mejor a Jesús y, así, alcanzar a entender a lo que estamos llamados.