29/03/2007, Jueves de la 5ª semana de Cuaresma.
Génesis 17, 13-9, Sal 104, 4-5. 6-7. 8-9, san Juan 8,51-59

«Os aseguro que antes que naciera Abrahán existo yo». Estas palabras constituían una blasfemia en toda regla ante los oídos de aquellos fariseos. Para ti y para mí, sin embargo, son una puerta abierta a la luz. Porque es anterior la palabra al eco que la anuncia, y Abrahán fue el eco del Verbo divino:

«Abrahán cayó de bruces…». Ante la Majestad de Dios, se postró su siervo y besó la tierra, rindiendo a Yahweh el homenaje de su adoración. Mira ahora al Crucifijo: postrado sobre el polvo de la muerte, arrodillado en sangre y recostado en el dolor, se posternó el Hijo ante su Padre, rindiéndole el homenaje supremo de la obediencia. Tú… ¿Aún estás de pie?

«Y Dios le dijo: «Mira, este es mi pacto contigo». En el Calvario se selló la Nueva y Alianza entre Dios y los hombres. Y si se había roto mil veces la Antigua, el pacto de Amor consumado en la Cruz habrá de permanecer, porque Dios seguirá siendo fiel… ¿Lo eres tú?

«Serás padre de muchedumbre de pueblos…» Tú y yo, que debemos morir con Cristo, en el Gólgota naceremos del Costado perforado por la lanza. Miles, millones de hombres seremos alumbrados en la Cruz por las aguas del Bautismo… Pero antes hay que morir.

«Te haré crecer sin medida, sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti». Reyes somos, llamados a reinar con Cristo desde el trono de la Cruz durante esta vida, y a sentarnos en un trono de gloria, en la vida futura. Desde el Gólgota, el Hijo ha crecido sin medida, y su Cuerpo se extiende por toda la tierra, y por toda la Historia… ¿Le has dejado entrar en ti?

«Cumpliré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros». Te copio, como un gozoso adelanto, las palabras que escucharás pronunciar a Jesús resucitado, cuando esta promesa se haya cumplido: «Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios» (Jn 20, 17). Lo entenderás entonces: todo un Dios se te ha entregado en el Madero. Pero, hoy, entrégate tú.

«Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, como posesión perpetua, y seré su Dios.»». Esta tierra, Señor, que ahora te expulsa de su seno como a un deshecho, será tu Reino y el Reino de los tuyos, cuando resucitado recibas el poder y la gloria. Pero yo quiero entregarte mi vida hoy mismo, cuando sufres, cuando mueres. El resto de la lectura está aún por cumplirse. Al pie de la Cruz, María puso la primera línea, y sostiene ahora nuestra mano para que nosotros terminemos de escribir la firma: «Guardad mi alianza, tú y tus descendientes, por siempre.» Pero, ¿qué duda cabe?: «Antes que naciera Abrahán, existo yo». Amén.