Comentario Pastoral
LA ASCENSIÓN COMO ENVÍO
La Ascensión es un misterio de planificación, pues culmina el misterio pascual. Hoy actualizamos y celebramos en la fe el estado glorioso de Jesús de Nazaret, sentado a la derecha del Padre en el cielo.
Celebrar la Ascensión del Señor no es quedarse estáticos contemplando el azul celeste o mirando las estrellas. No es vivir con los brazos cruzados pensando en la estratosfera y soñando evasiones fuera de la realidad. No es suspirar por un cielo nuevo y una tierra nueva, creyendo que en este mundo vivimos en una ausencia que engendra tristeza.
Todos necesitamos ascender, subir y superar nuestros niveles bajos de atonía humana y espiritual. Necesitamos perspectivas de altura para ver todo con más verdad y justa proporción. Es urgente ascender en la fe, en la esperanza y en el amor. Paradójicamente ascendemos mejor cuando descendemos más, somos ciudadanos del cielo cuando en la tierra caminamos comprometidos en las existencias del Evangelio. Cristo ha ascendido a los cielos porque antes descendió obediente a la voluntad del Padre hasta la verdad del desprecio, de la condena y de la muerte.
La Ascensión es sobre todo un envío y un compromiso en la Iglesia. Con realismo cristiano hay que vivir en el mundo trascendiendo todo, bautizando siempre, predicando el Evangelio en cualquier circunstancia, bendiciendo a todos, dando testimonio de cuanto hemos visto en la fe. Si levantamos los ojos para ver a Cristo que asciende, es para saber mirar a los hombres y reconocerlos como hermanos. Y a la vez acrecentar nuestro deseo del cielo.
Andrés Pardo
Para orar con la liturgia
Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado, de la muerte,
ha ascendido ante el asombro de los ángeles a lo más alto del cielo,
como mediador entre Dios y los hombres, como juez de vivos y muertos.
No se ha ido para desentenderse de este mundo,
sino que ha querido precedemos como cabeza nuestra
para que nosotros miembros de su Cuerpo,
vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino.
Prefacio I de Ascensión del Señor
Palabra de Dios: |
Hechos de los apóstoles 1, 1-11 |
Sal 46, 2-3. 6-7 8-9 |
Efesios 1, 17-23 |
San Lucas 24, 46-53 |
Comprender la Palabra
Este año (ciclo C) escuchamos dos veces, en la 1ª Lectura y en la del Evangelio, el Relato del mismo Acontecimiento de la Ascensión del Señor, narrado por el Evangelista San Lucas.
San Lucas concibe el Relato Evangélico y el de los Hechos de los Apóstoles como 1ª y 2ª partes de una misma obra. El Acontecimiento de la Ascensión del Señor cierra el Relato Evangélico y abre el de los Hechos de los Apóstoles. Ambos Relatos, sin embargo, presentan notables diferencias.
Entiende San Lucas que la Ascensión del Señor pone punto final, no sólo a la vida de Cristo y su misión mesiánica en este mundo antes de la Pasión y Muerte de Cruz, sino también al período breve, denso, -«cuarenta días»-, en el que el Señor Resucitado se apareció a sus discípulos.
Pero el punto final será a la vez punto y seguido o de partida. El mismo Señor Jesús Resucitado, Glorioso, sigue presente, actuando, en medio de este mundo, de un modo nuevo, misterioso, sacramental. El que llevó a cabo su ,fisión Mesiánica, recorriendo la Galilea y por el Camino, que le llevó hasta Jerusalén, donde tiene lugar el Acontecimiento salvifico de la Muerte-Resurrección-Ascensión Gloriosas, prosigue su tarea mesiánica a través de sus discípulos, de la Iglesia, precisamente a partir de Jerusalén: «Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo». Aquí tenemos trazado el esquema cronológico y geográfico del Libro de los Hechos de los Apóstoles, que concluye con la llegada de San Pablo a Roma, símbolo – encrucijada de los caminos, que llevan a los confines del mundo.
El Señor, en el momento de su Ascensión, «levantando las manos -Imponiendo las manos sobre los discípulos- los bendecía». El Gesto de la Imposición de las manos simboliza la comunicación del don del Espíritu Santo, que se hace visible en la Solemnidad de Pentecostés en las «lenguas como llamaradas sobre las cabezas» de los reunidos en el Cenáculo. Pero la Ascensión de Cristo es ya nuestra ascensión en Cristo, pues donde está la Cabeza allí está también el Cuerpo (2ª Lectura).
Avelino Cayón
sugerencias litúrgicas
|
celebrar mejor
La Última Semana de la Cincuentena Pascual
El cirio pascual no se apaga después del evangelio de la Ascensión del Señor sino que sigue junto al altar o junto al ambón hasta el domingo de Pentecostés inclusive. Después se coloca en el baptisterio para utilizarlo en la celebración del bautismo. Así se simboliza la presencia del Cristo resucitado en todos los sacramentos.
«Las ferias que van desde la Ascensión hasta el sábado antes de Pentecostés preparan para la venida del Espíritu Santo». Después de la Ascensión de Jesús a los cielos «los apóstoles se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos…Todos ellos se dedican a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de Jesús, y con sus hermanos» (Hech 1,12-14). De la misma manera la Iglesia espera en la oración la venida del Espíritu Santo. Aunque esta espera ha estado presente durante toda la cincuentena pascual, se pone de relieve de manera especial en la última semana. «Oh rey de la gloria, Señor del universo, que hoy asciendes triunfante al cielo, no nos dejes huérfanos, envíanos desde el Padre tu promesa, el Espíritu de la verdad. Aleluya». En las antífonas de entrada y de comunión y en el versículo del aleluya se emplean las mismas palabras de Cristo que promete el Paráclito. En la oración calceta se pide al Padre que llene su Iglesia con el don de su Espíritu, o que nos fortalezca con su poder para que hagamos su voluntad y le seamos fieles, o que haga nuestros corazones agradables a él, o que robustezca nuestra fe.
«Jesucristo, señor del universo habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora, intercede por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu. Pastor y obispo de nuestras almas, nos invita a la plegaria unánime, a ejemplo de María y los Apóstoles, en la espera de un nuevo Pentecostés» (Prefacio).
J. L. O.
Para la Semana
Lunes 3: |
Hechos 19,1-8. Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe. Juan 16,29-33. Tened valor: yo he vencido al mundo. |
Martes 3: |
Hechos 20, 17-37. Completo mi carrera, y cumplo el encargo que me dio el Señor Jesús. Juan 17,1-11 a. Padre, glorifica a tu Hijo. |
Miércoles 3: |
Hechos 20,28-38. Os dejo en manos de Dios, que tiene poder para construiros y daros parte en la herencia. Juan 17,11 b-19. Que sean uno, como nosotros. |
Jueves 3: |
Hechos 22,30;23,6- J l. Tienes que dar testimonio en Roma. Juan 17,20-26. Que sean completamente uno. |
Viernes 3: |
Hechos 25,13.21. Un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo. Juan 21,15-19. Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas. |
Sábado 3: |
Hechos 28,16-20.30-31. Vivió en Roma, predicando el reino de Dios. Juan 21 ,20-25. Este es el discípulo que ha escrito todo esto, y su testimonio es verdadero. |