Llevo unos días mirando casas para alquilar. Es posible que el próximo curso cuente con la ayuda de otro sacerdote en la parroquia y es más fácil y barato alquilar una casa más grande (ahora vivo en un apartamento de una habitación) que alquilar dos apartamentos. He encontrado una que me gusta, dando un salto (con paracaídas, pues es un sexto), estaría en la parroquia. Así que nos hemos puesto a negociar con el arrendador, lo máximo que le hemos sacado es 20 euros menos (la verdad es que son 60 euros menos al mes, pero ha sido en diferentes encuentros). Ahora espero que la junta económica de la parroquia me apruebe el gasto, tenemos que ahorrar para hacer el nuevo templo. Normalmente se dice que se ahorra no gastando, sin embargo, creo que en cristiano, se ahorra dando.
“El criado replicó: – «¿Qué hago yo con esto para cien personas?» Eliseo insistió: – «Dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará.» Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor.” Igual que le pasó a Eliseo pasa en el Evangelio. “Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: – «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.” Siguiendo a Cristo cuando uno da, recoge; cuando uno muere, vive; cuando se para a contemplar es cuando camina; cuando se pierde, se encuentra; cuando se entrega es libre. Sólo en la medida en que damos lo que tenemos recibimos, y cuando damos a Aquel que nos lo da todo, podemos recibir de Él. Hoy pondré una historieta, que no tengo mucho tiempo para escribir. “En aquel tiempo, dice una antigua leyenda china, un discípulo preguntó al Maestro:
– ¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?.
– El Maestro le respondió: es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré el infierno.
Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara tomada fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles.
– Ven, -dijo el Maestro después de un rato-, ahora te mostraré el cielo.
Entraron en otra habitación, idéntica a la primera; con la olla de arroz, el grupo de gente, las mismas cucharas largas pero, allí, todos estaban felices y alimentados.
– No comprendo -dijo el discípulo- ¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación si todo es lo mismo?
El Maestro sonrió.
– Ah… ¿no te has dado cuenta? Como las cucharas tienen los mangos largos, no permitiéndoles llevar la comida a su propia boca, aquí han aprendido a alimentarse unos a otros.” La tortura sería también pasarse toda la eternidad comiendo arroz, pero el fondo de la historia es bueno, sólo dando es cuando el Señor hace que recibamos. La Comunión de los Santos hace que vivamos en “un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.” Cada vez que venimos a la Eucaristía y recibimos el Cuerpo de Cristo, Dios nos lo da todo, tendríamos que salir de la Iglesia dispuestos a entregarnos del todo, a no guardarnos nada. A veces nos quedamos contentos con echar unas monedas al cestillo, pero eso no es suficiente. Otra historia (he encontrado unas páginas de anécdotas buenas): “Conversaba un hombre rico y alejado de la fe con un sacerdote, y este último no era otro que el futuro Cardenal Newman, ya convertido del anglicanismo a Roma.
El rico se ufanaba de sus riquezas y de su indiferencia religiosa. Newman tomó una hoja de papel y escribió: «Dios».
-¿Ve lo que he escrito en la hoja? El avaro contestó afirmativamente.
Entonces el sacerdote tomó una moneda de oro, la acomodó sobre la palabra escrita y preguntó de nuevo:
-¿Ve usted ahora lo que he escrito hace un momento?
-No, ahora sólo veo el dinero.
-En efecto, la riqueza ciega, impide ver a Dios, ¿no le parece?”
Que hoy, al acercarnos al Cuerpo de nuestro Salvador para recibirle en comunión, quitemos todo lo que nos estorba para estar con Dios, quitemos nuestras riquezas y nuestro egoísmo, y dejemos que sólo tengamos a Dios, entonces nos sobrará de todo.
La Virgen María supo darse y por eso no hace más que dar continuamente. Que recibamos de ella.