Nada hay ocioso en las cosas de Dios; el más mínimo detalle está dotado de una enorme carga de contenido espiritual, para quien quiera entender el lenguaje de las parábolas.
Así, la imagen de Nuestra Señora encaramada en un pilar, pequeña Ella y grande la columna, es toda una alegoría acerca de la vida de la Virgen y de lo que debiera ser también la nuestra. Todos hemos visto, en la televisión, esas terribles escenas de ciudades asoladas por terremotos o tifones. Los edificios se han venido abajo, y de ellos tan sólo quedan los pilares. Estas columnas son el nervio fuerte de toda la edificación, el que la mantiene de una pieza, y el que queda en pie cuando la casa se cae.
«No tenemos aquí morada permanente» (Heb 13, 14). Vivimos, durante nuestro paso por la tierra, en una morada que ha de ser destruida por el tifón de la muerte. Ya en vida, muchas veces nuestra casa terrenal se va destartalando: la enfermedad, el sufrimiento, el pecado, van reduciendo a ruinas nuestro pobre hogar terreno. Pero no todo se perderá: el Señor nos ha ofrecido un Pilar más fuerte que la muerte, una columna que perdurará para siempre, y sobre la cual se edificará nuestra casa celestial.
Cuanto apoyemos, ya en nuestra vida terrena, sobre ese basamento, perdurará por siempre: «Todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.» (Mt 7, 24, 25). La Roca es Cristo crucificado, la Roca es la Eucaristía, el sacrificio redentor que alcanza el cielo desde la tierra. Cuanto apoyemos sobre Él durará para siempre.
Encaramada sobre el Pilar, la Santísima Virgen nos está diciendo que su vida se apoyó íntegramente en el sacrificio de su Hijo, y que Ella no vivió sino para Él. En cuanto a nosotros: ¿Por qué malgastar la vida edificando sobre columnas de arcilla? Si, con María, unimos cuanto somos y tenemos a la Ofrenda del Calvario, nada se perderá. ¡Súbenos, Madre nuestra, a nosotros contigo hasta lo alto de ese Pilar de Vida Eterna!