Ya se habrá pasado la euforia del Mundial y comenzarán los problemas diarios. Encenderemos la televisión y veremos a los políticos tirarse los trastos a la cabeza y el consabido eslogan de la política española: “y tú más”. El metro estará a medio gas y la gente volverá a enfadarse. Además en este comentario casi lo voy a hacer copiando una parte de el periódico “El Pais” que no se caracteriza por su amor incondicional a la Iglesia, pero en un artículo sobre Vicente del Bosque dice: “De los tres hijos de Del Bosque, hay uno, Álvaro, el mediano, que le cambió la vida. Nació el 6 de agosto de 1989 y Del Bosque, por aquel entonces, era entrenador del Castilla. Pocos días después, unas pruebas confirmaron que Alvarito había nacido con un síndrome de Down. «Al principio lloramos mucho», confesó en una charla con Gemma Herrero publicada en el libro 39 historias solidarias alrededor del deporte. «Ahora cuando miro atrás pienso: ‘que gilipollas fuimos». Para Del Bosque y sus amigos, no hay duda: Álvaro es un regalo que les concedió la vida. Ayer, en La Moncloa, Alvarito se enfundó una camiseta azul con el número 6 de Del Bosque. La cambió poco después por una roja con el 12 y antes de entrar al palacio se fundió en un abrazo muy emotivo con su padre, el seleccionador. Más tarde se le vio bromear con Xavi subido al autocar de los campeones. «Mi hijo es feliz y contagia felicidad. Es pícaro, pero no sabe qué es la maldad», explica orgulloso.”
“En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla.” Sólo los sencillos saben querer y que Dios les quiere. Es una pena, pero si el Presidente de nuestro gobierno, que tan afectuosamente miraba a Álvaro cuando levantaba la copa del mundial, estuviese pensando que ha aprobado una ley que no deja nacer a los chicos como Álvaro, que deja que los padres se queden pensando toda su vida “Que gilipoyas somos” (Del Bosque lo puede pensar en pasado, como tantos padres valientes), si se diese cuenta que puede mandar trocear, partir, triturar el cuerpecito de un niño porque nos parece que no cumple nuestras tasas de calidad, tal vez no llorase al ver ganar a España el Mundial y llorase esa noche en la cama tener sobre su conciencia (y la de tantos otros), la muerte de esos niños. Le diría que se leyese despacio la primera lectura, la entendiese y se convirtiese. ¡Qué todo es posible!
Como Del Bosque hay otros muchos padres. Valientes, abnegados, que han descubierto la sencillez y la alegría en sus hijos. Que no han cedido a la propuesta de los “médicos” de tratar a su hijo como a un problema a extirpar. También hay personas que no dudan en dar su vida por los más desfavorecidos, por los que nada tienen, por los que son desechados y excluidos. Todos esos van llegando a entender a Dios y a comprender nuestro propio desvalimiento, por muy sanos que estemos. Por eso hoy quiero dar gracias al Seleccionador nacional más que por el trofeo dorado por el trofeo de su testimonio, de la alegría de Álvaro, de la ternura de sus padres y por acercarnos -al menos a los creyentes- un poquito más a Dios.
Nuestra Madre del cielo cuida con particular atención de sus hijos más pequeños, que ella les guarde y cuide de sus padres y hermanos.