En las lecturas de hoy encontramos un elemento común que es bueno considerar. San Pablo nos dice: “el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie”. Y en el Evangelio se señala que Jesús hablaba con autoridad de manera que todos quedaban estupefactos.

San Pablo, en su carta indica que los cristianos recibimos un espíritu que no es de este mundo. Y al respecto señala tres cosas muy importantes. La primera es que ese Espíritu nos permite “tomar conciencia de los dones que de Dios recibimos”. La segunda es que dicho Espíritu está por encima del nivel humano, de tal manera que para muchos pasa desapercibido y otros no lo entienden. El tercer aspecto es el ya señalado de que gracias al Espíritu de Dios nos es dado juzgar sobre todas las cosas.

El pensamiento relativista y el escepticismo han llevado a algunos cristianos a minimizar el papel de la fe en la formación de la razón y en nuestra mirada sobre las cosas. Por la fe quedamos capacitados para ver el mundo con la mirada de Jesucristo. Si bien es verdad que la fe es oscura respecto de las realidades divinas, también lo es que ilumina las humanas. El cristiano entiende mejor el mundo porque conoce más el designio de Dios sobre las cosas. Lo mismo podemos decir sobre el hombre. Al conocernos en Jesucristo entendemos con mayor plenitud el sentido de nuestra vida y nuestra vocación.

El Evangelio nos da un ejemplo. Cuando Jesús entra en la sinagoga el hombre que estaba poseído por el demonio se pone a gritar. Lo que ha sucedido es que la presencia de Jesús ha sacado a la luz algo que estaba oculto. Esa verdad se muestra de una forma violenta porque allí hay algo que está contra el hombre y Jesús ha venido a destruirlo. Es decir, el Señor ha venido para salvar al hombre.

Meditando sobre estos textos me sorprende aún más el desprecio con que algunos fieles tratan su formación. Parecería que el conocimiento del dogma, del magisterio de la Iglesia, de las Sagradas Escrituras y la misma formación en la piedad no aportara nada al hombre. Todo ello construye al hombre en su integridad. Y la vida cristiana que nos es comunicada por Jesucristo conduce a la perfección nuestra humanidad. Es por ello que tantos santos han actuado como verdaderos “expertos” en multitud de asuntos humanos y han extraído lo mejor de las situaciones. Eso lo posibilita el Espíritu de Dios que nos es dado.

Que la Virgen María ilumine nuestros corazones para que sintamos el gran don de ser hijos de Dios. Que cada día lo afrontemos desde la conciencia de que Dios es nuestro Padre y Jesús nos acompaña en todas nuestras acciones.