La Iglesia, el Papa, los obispos y los católicos en general parece que estamos en medio del pim-pam-pum general… o generalista. En muchos medios de comunicación (y luego se trasmite a la calle), puede ponerse a cualquier elemento religioso a caer de un burro. Muchas veces en Internet, en las respuestas de los lectores a los artículos, argumentan que si fuera meterse con el Islam no se atreverían y tildan a los que se meten con la Iglesia de cobardes. Me parece un argumento además de muy manido muy ineficaz. En primer lugar porque no quiero que se metan con ninguna creencia, ya sea la Católica, el Islam, la Anglicana, el Judaísmo o el Animismo. En segundo lugar porque parece trasmitir la idea de que no puedo, pero si pudiera te partía la boca en pedacitos. Si no me engañó mi manual de moral el pecado se genera en el pensamiento y el pecado interior existe, aunque nunca me atreva a ejecutarlo. Entonces ¿tenemos que permanecer pasivos mientras nos nos abofetean?: Creo que es lo que hizo Cristo, pero esa pasividad está llena de oración, mortificación, entrega y expiación por los que le maltrataban.

«Llegará un tiempo en que desearéis vivir un día con el Hijo del hombre, y no podréis. Si os dicen que está aquí o está allí no os vayáis detrás. Como el fulgor del relámpago brilla de un horizonte a otro, así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación.» Es de justicia el pedir respeto, sin duda alguna el vivir en una sociedad democrática nos capacita para pedirlo e incluso -llegado el caso-, pedirlo en los tribunales. Pero también pienso en las sociedades en las que no se da esa libertad, en los regímenes totalitarios en los que no está permitido el catolicismo y por vivir su fe son llevados a la cárcel e incluso a la muerte. ¿Qué hacen allí? Ser muy fieles a la fe recibida, aunque se jueguen el tipo. Creo que en ocasiones hemos llegado a un cristianismo burgués, acomodado y bastante tibio. En nombre del respeto hemos perdido la capacidad evangelizadora, no queremos que nos molesten aunque sea al precio de “no molestar”.  Estoy de acuerdo con mi amigo -y sin embargo bloguero- José Fernando Rey en que el enemigo de la Iglesia soy yo mismo. Si Jesucristo molestó, y molestó tanto que le llevaron a la cruz, no fue por conseguir un apartamento con vistas al templo de Jerusalén, sino por anunciar la buena nueva de la salvación. Si hoy los “enemigos” nos distraen tanto que impiden que hablemos a otros de Cristo, incluso a ellos, es que nos hemos despistado mucho.

¿Queremos una Iglesia cómoda, silenciosa, sin problemas y respetada por todo el mundo? Pues tendremos que borrarnos de la católica. Las palabras y la vida de Cristo siempre van a molestar. Al primero a mi que me recuerdan mi pecado y mi falta de amor y de entrega. Y después a mi vecino que, aunque más majo que yo seguro que también tiene algún pecadillo. Y molestará al mundo donde todavía hay hambre, violencia, guerra, prepotencia, afán de poder, soberbia, codicia,… Y Jesucristo nos recuerda que el mundo ni salió así de las manos de Dios ni lo dejará así a la vuelta.

Así que que se metan con nosotros será el pan nuestro de cada día, e incluso será un crisol donde medir nuestra fidelidad al Evangelio.

Es difícil rezar por los enemigos, es más fácil partirles las piernas…, pero lo nuestro es rezar y mortificarnos por todos. Nuestra Madre la Virgen sabrá llevarnos a tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús.