Is 48,17-19; Sal 1; Mt 11,16-19

Pues ¿qué otra cosa podemos presentar al Señor como no sea nuestra pobreza? Y una pobreza rogante. Porque somos menesterosos, y nuestra única ofrenda es nuestro desvalimiento. ¿Sabes de otra cosa que puedas ofrecerle? ¿Cuáles son tus méritos? Tú, y yo, claro, que fuiste creado a imagen y semejanza de Dios, ¿te das cuenta de lo que ahora expresas, lo que tienes?, ¿sabes de tu imagen actual y de tu desemejanza? Dirás, quizá, así me hizo el Creador y así soy. No, no es verdad. Él buscaba otra cosa de ti, pero tú te dejaste engañar y quisiste ser como él. Ser como Dios. No seguiste los caminos que te enseñaba y te sigue enseñando. Si hubieras atendido sus consejos y no hubieras entrado por la senda de tu pecado. Si te hubieras fiado de sus mandatos, que lo eran de amor y no de posesión desabrida de ti y de abajamiento de lo que eres. Quisiste ser más, y te encuentras en un enorme desvalimiento. Pero esa misma pobreza es lo que puedes presentar al Señor, y él te repondrá en el camino de su gracia. El Creador, así, será además, el Redentor. Haz caso de su Palabra. Sigue su Camino. Entonces ocurrirá lo inesperado, que el agua manará en el desierto y serás como árbol plantado al borde de la acequia. Así será como ofrezcas fruto en tu sazón. Fruto que penderá de tus ramas porque el Señor lo hará crecer. El fruto colgará de esas ramas, dependerá de ti, será cosa tuya, mas vendrá provocado por el manantío en que consistirá para ti la gracia del Señor. Así, serás dichoso. Tu gozo será la ley del Señor. Una ley de gracia y de amor. Ley de libertad. De este modo será como te hagas en verdad imagen y semejanza de tu Creador y Redentor. Todo es gracia, porque, es verdad, en ti todo es gracia. Y, mirad, ya llega el Señor, salid a su encuentro y nunca abandonéis su camino.

Jesús se refiere de una manera tierna a esta generación, ¿Qué?, ¿acaso no la conocerá? Su deseo de gracia y de perdón es tan enorme que nos compara a niños, quienes jugando se gritan unos a otros. Hemos tocado la flauta, pero no habéis bailado. Hemos cantado lamentaciones, pero no habéis llorado. Niños divirtiéndose en la plaza con el corro de las patatas. Ni siquiera en la imagen nos quiere condenar. Nos trata con enorme compasión. Ved, sois como niños. A través de esa metáfora, Jesús quiere hacernos comprender lo que somos. La suya, siendo muy consciente de lo que se está jugando, es una mirada afectuosa que emplea para hacernos ver cómo somos, para que notemos nuestra incongruencia. ¿Juan?, tiene un demonio. ¿El Hijo del hombre?, comilón y borracho. ¿No tendremos ojos para ver los contrastes de la realidad? ¿De tal manera no sabemos lo que hacemos? Perdónales porque no saben lo que hacen. No es lo suyo una condena, sino una amonestación cariñosa. Ved la realidad de lo que sois. Porque los hechos dan razón a la sabiduría de Dios. ¿No seremos capaces de verle en lo que él es? ¿No seremos capaces de percibir su ternura hacia nosotros? Solo podremos ofrecerle en nuestras manos un cuajarón de pobrezas, un haz de leñajas resecas que sirven para el fuego. Pero será la vista de nuestra menesterosidad lo que conmueva su corazón. Que sea esto lo que le ofrendamos, aquello con lo que acudamos a él.