Casi todas las noches hablo con parejas de novios. Hablamos de todo, de presente, de futuro, de pasado, de intenciones, de aspiraciones, de ilusiones, de fracasos…, suele ser un buen rato. Y por supuesto hablamos de Dios y de que el amor tiene su origen, su meta y su incremento en Dios, y la necesidad de que Gustavo haga una prioridad en su vida que María Eugenia llegue al cielo; y María Eugenia tiene que hacerse responsable de que Gustavo llegue al cielo. O en el matrimonio se ayudan a acercarse a Dios o irán compartiendo sus ratitos, más o menos egoístas, y acabará en la rutina. Todos necesitamos ayuda, los sacerdotes de nuestros amigos sacerdotes y de la parroquia a la que servimos (e incluso , a veces, del Obispo, que es el que más nos suele santificar), las religiosas y los religiosos de su Comunidad guiados por su carisma, y los casados y casadas, especialmente de su matrimonio. Los grupos parroquiales pueden estar estupendamente, pero no pueden servir para romper matrimonios, o hacernos a la idea que la santidad es un camino individual, al margen de aquel que Dios ha puesto como compañía en tu vida.

“Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre. El hombre dijo: – “¡ Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza uno de otro.” A los que llevamos más de media vida viviendo solos en casa nos parece un verdadero milagro el matrimonio. En mi casa muchas veces han estado viviendo un tiempo chavales que pasaban alguna dificultad, pero a mi mientras no me molestasen que hiciesen lo quisiesen. Puede parecer egoísta pero uno tiene sus manías, sus costumbres, sus ritmos…, y ya te los rompen bastantes veces al día. Por eso que dos personas se metan bajo el mismo techo para compartirlo todo, me parece un milagro. Pero ¡Bendito milagro!. Un milagro que nace de la alegría “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” y que significa el complementarse el uno al otro para disfrutar de la vida, pelearla juntos y llegar victoriosos a la meta. Entonces no es como en mi caso, que en casa hay alguien más, sino que si no estuviese la casa no estaría completa. Muchas veces les digo a los novios que lo asombroso en una boda no es que la novia o el novio digan “No” al pie del altar. Lo asombroso es que digan “Sí”, es mucho mas valiente, atrevido y arriesgado el Sí que el No.

Jesús “le dijo: -«Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos.» Pero ella replicó: -«Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.»” No me parece fácil unir el Evangelio con la primera lectura. Si no llega a ser porque todos participamos del amor de Dios, Él nos quiere sin medida y hace que cristianos o no sean capaces de quererse. Pero los cristianos sabemos donde está la fuente del amor auténtico y podemos recurrir a ella. Somos convidados a ese banquete. Y los hijos de Dios deberían quererse tanto que el mundo pudiera decir en verdad “Mirar cómo se aman”, y el amor humano entre los cristianos abundase y sobreabundase, de tal manera que nadie tenga que quedarse debajo de la mesa, sino que se sienta invitado a acercarse a Cristo, a la fuente de todo amor.

La Virgen es virgen, esposa y madre, que ella nos ayude -como Madre del Amor Hermoso-, a descubrir la importancia de alguien que, por amor, nos ayude a llegar al cielo.