Santos: Estanislao, obispo y mártir; Felipe, Lustrano, obispos; Guthlac, presbítero y mártir; Esteban e Hildebrando, monjes y mártires; Eustorgio, presbítero; Isaac, monje; Néstor, Domnión, Antipas, Filón, Ceremonio, mártires; Barsanufio, eremita; Algerico, abad; Godoberta, abadesa; Beatriz de Belmonte, Raniero, Ulrico, Tecelino, beatos.

Hijo único de Wielislaw y Bogna, nobles polacos. Nació el 26 de julio del año 1030 en Szczepanow. Estudió en Cracovia y conoció el bullicio juvenil en la universidad de París. A su regreso lo ordenó sacerdote el obispo Lamberto de Cracovia; unos años más tarde, en 1072, le sucedió en la sede episcopal.

El historiador palaco Jan Dlugosz fue su primer biógrafo. Lo presenta como un hombre dulce, pacífico, de buen carácter. Dice que Estanislao estaba habituado a reprimir sus impulsos y que era un hombre inclinado a la comprensión con las debilidades del prójimo. Lo describe dotado de gran ingenio y sabiduría, sencillo, dispuesto a ayudar, y enfervorizado enemigo de la adulación.

El rey polaco es Boleslao II el Atrevido. Guerrero valiente y audaz, ¡un hombre nacido para ganar! Los éxitos políticos y militares le cegaron, llevándole a gobernar de forma despótica y cruel. Junto con la soberbia en aumento, salieron los demás vicios que llegaron a hacer de él un hombre amoral para quien todo lo monstruoso está permitido. La violación y el rapto son sus prácticas corrientes; mientras se fijó en las mujeres de los campesinos, se mantuvo callada la nobleza; pero cuando secuestró a la esposa de uno de los principales, el arzobispo de Gniezno comenzó a recibir presiones para que la condena eclesiástica pusiera freno a los desmanes del rey. Nada hizo el primado. Tuvo que ser Estanislao –obispo alto dignatario de la Corona según la usanza de la época– quien decidió romper la pasividad y tomar la iniciativa de advertir al rey de su mala conducta, del escándalo que se daba al pueblo, y de las injusticias que clamaban al cielo.

Corregir al que manda tiene sus riesgos. La reacción fue la esperada ante la amenaza de excomunión si el rey no cambiaba de conducta. Inmediatamente, el obispo de Cracovia pasó a ser considerado como un traidor a la corona, y declarado enemigo peligroso. El rey raptor de mujeres acusó al obispo de ser un ladrón por haberle quitado las tierras a un tal Pedro que había muerto de dolor ante tal atropello; por suerte para el obispo, Pedro pudo resucitar a tiempo de declarar ante el tribunal que había vendido aquel terreno y recibido el dinero acordado.

A la vuelta de la conquista de Kiev, la conducta de Boleslao se volvió aún más escandalosa y le llegó la excomunión que le impedía la asistencia a los actos de culto. Se empeñó el rey en asistir a la misa en la catedral de Cracovia, y Estanislao le comunicó que en adelante la celebraría en la iglesia de san Miguel, fuera de las murallas de la ciudad. Allí, en Na Skalce, acudió el rey con su tropa; mandó a sus soldados que le mataran; por tres veces retrocedieron sin atreverse; lleno de ira, él mismo dio a Estanislao en la cabeza un tajo tal que los sesos mancharon las paredes del templo. Luego arrastró el cadáver fuera de la iglesia donde lo descuartizaron a golpe de espada, mandando impedir su enterramiento y dejándolo abandonado para que fuera devorado por las bestias.

Junto con san Casimiro, no hay otro santo más popular en Polonia, de la que es patrono. Está considerado como el hombre que encarna el espíritu polaco y símbolo del pueblo; los polacos entienden que vivió y murió por los valores de Polonia; perderlos es renunciar a su identidad como pueblo y recuperarlos es volver a la unidad. Muchas veces entró el mal y la arrogancia causando la división en Polonia; cada vez que se produjo la vuelta a los principios de la vida cristiana, la nación polaca encontró su equilibrio y unidad.

Enfrentarse al que manda tiene sus riesgos, claro está; pero vale la pena el desafío al poder, ser fiel a la verdad hasta la muerte, cuando lo que está en juego es superior a la propia vida.