Nos levantamos hoy (con las lecturas mal en la página web), pero todavía sobrecogidos por la hermosura y la profundidad de la celebración de la beatificación de Juan Pablo II. El ambiente alegre, festivo y recogido de proclamar que uno de los hijos de la Iglesia ha pasado de la muerte a la vida. Una celebración gozosa, una celebración de la vida, del Dios de vivos y no de muertos. Y también nos levantamos con la noticia de la “celebración” mundial de la muerte de Bin Laden. Esa no es una celebración de la vida, sino de la muerte. El que sembró muerte, muerte recoge. La sociedad puede vivir más tranquila, pero no es para celebrarlo festivamente, hasta por los más malos murió Cristo, para que pidan perdón de sus pecados y no se pierdan.
“Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?” A Nicodemo le parece imposible la afirmación del Señor en un primer momento, algo irrealizable.
Si miramos la biografía de Juan Pablo II veríamos a un hombre abocado por su historia al odio. Su familia muere siendo él joven, vive las dictaduras del nazismo y del comunismo, la represión, el miedo, la muerte, la guerra. Dificultades económicas, dificultades para estudiar, dificultades en el desarrollo de su vocación, etc. Un psicoanalista daría de él un perfil del perfecto asocial, que acabaría en un clima de violencia o destrucción. Sin embargo desde su bautismo Dios le hizo nacer de nuevo. Lo que parecía negativo se convirtió en bondad, misericordia, entrega, donación de sí. Como decía ayer Benedicto XVI Dios le fue quitando todo poco a poco, hasta sus fuerzas y hasta la voz (su única “arma”, exceptuando la oración). Y de él celebramos la vida, que su nombre está inscrito para la eternidad entre los los santos de Dios.
La biografía de Bin Laden es muy distinta, de familia adinerada (multimillonaria como sólo lo son las familias del petróleo), los mejores estudios y educación, comodidades de niño, de joven y de adulto. Acostumbrado a que su alrededor se hiciese su santa voluntad, a conseguir lo que quería por las buenas o por las malas. Y, sin embargo, su fruto ha sido el odio, la destrucción, el desprecio de la vida (de otros), la manipulación, el sembrar el terror,… la muerte. Y se “celebra” hoy que se ha muerto y que se olvide su nombre cuanto antes. Tal vez algunos quieran vengar su muerte, pero muy pocos rezarán por él. Una pena.
“Nacer de nuevo”. Esa es nuestra tarea en Pascua. No pienses que no puedes llegar a ser tan malo como Bin Laden, ni puedes llegar a ser tan santo como Juan Pablo II. O dejamos que el Espíritu Santo dirija nuestra vida o haremos las obras de la carne. Puestos a elegir prefiero la santidad, aunque te parezca que Dios te lo va quitando todo te darás cuenta que te lo va dando todo.
Paso a paso en esta Pascua, de la mano de María, le pedimos a ella que nos conceda estar donde tenemos que estar para que tiemblen los cimientos de nuestra vida y podamos nacer de nuevo con la fuerza del Espíritu Santo.