Tristemente la sinceridad no es un valor en alza, mucho menos si uno se dedica a los negocios o a la política. Se hacen muchas promesas que no se cumplen, simplemente para contentar a los que escuchan. Es una pena que el apretón de manos haya pasado a mejor vida. Hasta los niños más pequeños en la parroquia se suelen acusar en sus primeras confesiones de mentir. Cuando queremos reafirmar algo en seguida soltamos el “Te lo prometo”, y se repite tanto que va careciendo de valor.
“Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.” Si hay que reconocerle algún valor a Herodes es el de cumplir su palabra, aunque lo haga por miedo y seguramente lo prometió en estado de embriaguez. Esa promesa no es de valor y desde luego no debería haberla hecho pues costó la vida a un hombre. Sin embargo la Biblia está llena de promesas que se cumplen, por parte de Dios y por parte de los hombres.
En el nacimiento de San Juan Bautista sus padres hicieron la promesa de que serviría a Dios y la cumplió, aunque le costase perder la cabeza (en sentido literal). Cristo nos resucitará, y dio su vida para cumplir su promesa.
Dentro de unos días comenzaremos la inscripción de los niños a catequesis. Como siempre vendrá algún padre diciendo que su hija de siete años no quiere hacer la comunión y que la chica es muy madura. ¿Dónde se quedó la promesa que hicieron en el bautismo de la criatura de educarla en la fe? Papel mojado. Vendrán, como otros días, matrimonios planteándose la separación o el divorcio. ¿Dónde quedó la promesa de amarse y respetarse todos los días de su vida? En el cesto de los papeles. Jóvenes confirmados dejarán de venir a Misa pues están demasiado cansados después de un sábado de juerga. ¿Dónde quedó su promesa de ser testigos de Cristo? Debajo del hielo de algún cubata. Mañana escribirá en algún blog algún sacerdote que no ha cumplido sus promesas sacerdotales presumiendo de fidelidad al Evangelio…, mientras no sea en lo que prometió a su Obispo en la Iglesia. Parece que dar la palabra, y menos a Dios, no tenga ningún valor.
Sin embargo hay muchos Juanes Bautistas. Niños, jóvenes, matrimonios, sacerdotes que son fieles ala palabra dada. En lo pequeño, en lo cotidiano, en lo que nadie valora. Que muchas veces se ríen de ellos o los toman por “pringaos”. Pero siguen fieles. Son los que sacan mi parroquia y tantas otras adelante, los que hacen que la presencia de Cristo y la Iglesia sea esa riada de caridad y entrega que fluye por el mundo. No sin esfuerzo saben decir cada día que sí a la palabra dada y son fieles. Esos son los auténticamente importantes.
Que la Virgen os cuide y os guarde y os ayude a decir siempre sí.