Continúa la construcción del templo parroquial. Hoy ya no seremos un agujero, sino que habremos llegado al nivel de la calle, cosa que parecía bastante incierta. Las montañas de hierro, los camiones de hormigón, las maderas, tablas, clavos y el resto de cacharritos que se usan para construcción se van colocando en su sitio y van tomando forma. Sobre los pilares se asientan los nuevos muros y dentro de poco la estructura habrá ganado altura. Creo que los arquitectos dicen que -gracias a Dios-, las casas tienden a no caerse, lo que es un alivio. Escuchar el Evangelio de hoy no es del todo alentador para los que estamos construyendo, pero no por eso lo voy a cambiar.

«Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.» Una parroquia se hace para que dure los próximos siglos, no pensamos en una durabilidad (es un término que me hace mucha gracia) de unas pocas decenas de años. El aparejador de la parroquia dice que nunca ha hecho una obra con tanto hierro y vienen muchísimos camiones de hormigón. Eso, aunque da mucha confianza, no asegura nada. El paso del tiempo hará que tengan que hacerse reparaciones y, tal vez algún día, reforzar los pilares. ¡Cuanto más si hubiese terremotos fuertes en Madrid!. Hasta la estatua del sueño de Nabuconodosor se viene abajo. El año 70 fue destruido el templo de Jerusalén, lo que parecía que nunca iba a pasar fue-otra vez-, destruido. En los edificios humanos tendremos que confiar en los arquitectos, pero en el edificio que es la Iglesia sólo podremos confiar en Dios, así como el mantener cada uno la fe, llegar hasta la meta.

La Iglesia sólo se mantiene en pie por la acción del Espíritu Santo. La cabeza, Cristo, nos sustenta y alimenta y nos mantiene derechos. Si el pie quisiera decirle a la cabeza: “¡Me estorbas!, ¡Pones peso sobre mi!, ¡Quítate de ahí!” no tardaría en morir. La Iglesia -nosotros-, debe ser siempre humilde. Nada podemos hacer sin Cristo y la acción del Espíritu Santo. Ni líneas de acción, ni planes pastorales, ni estadísticas ni estrategias hacen la Iglesia. En ocasiones son necesarios esos métodos, pero sabiendo que Dios hará germinar la fe y crecer al pueblo donde menos lo esperas. Y si nuestros planes no son los planes de Dios, no importa nada cambiarlos.

Nuestra vida es igual, el que se crea seguro, cuidado no caiga. O vivimos con humildad o todo lo que creemos tener se vendrá abajo.

Pidámosle a la Virgen que no sólo la cabeza, sino los brazos, las piernas, los pies y el tronco de nuestra Iglesia y de nuestra vida sean Cristo… y nosotros no molestemos demasiado.