Creo que ya pedí en alguno de estos comentarios oraciones por Covadonga, Diego, Antonio y José Luis, jóvenes que sufrieron un accidente de tráfico hace unos diez días. Antonio y José Luis, por la misericordia de Dios, ya estarán gozando de su presencia y pedimos al Espíritu Santo que mitigue el dolor de sus familias. Cova y Diego siguen graves en el hospital, operación tras operación, dolor tras dolor. Además de pedir por ellos hoy los traigo al comentario por el movimiento de oración que se ha desencadenado en torno a este triste suceso. Lo normal es escuchar mensajes de condolencia, de rabia e incluso de cierto protagonismo de algunos. En este caso se ha generado un tsunami de oración. Se ofrecen Misas, rosarios, oraciones sacrificios. Se convocan oraciones y encuentros para pedir a Dios. Y lo hacen chicos jóvenes, de esos en los que algunos tienen tan poca esperanza, pero que son el futuro. Ayer Cova superó otra difícil operación y con la sabiduría de los médicos y la gracia de Dios sigue luchando por vivir. Niños, jóvenes y mayores siguen pidiendo sin desfallecer. Esta sí que es una sociedad que da esperanza. Frente a tantas noticias negativas Dios saca lo mejor de sus hijos.

Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio! » Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo.

Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los limites del orbe su lenguaje.» El mensaje consiste en hablar de Cristo. Estos jóvenes han escuchado en su casa el Evangelio, han oído hablar de Cristo con la palabra y con los hechos. Tal vez muchos de los que ahora están rezando pasaban esa época de la vida en que uno se olvida más de Dios, lo ha convertido en ese ser lejano al que se atiende de vez en cuando, pero que exige lo que no nos gusta y por lo tanto intentamos hacer oídos sordos. Y de pronto Dios te despierta: “¡Eh, que estoy aquí! La vida de José Luis y de Antonio está conmigo. Estoy en el hospital con Cova y Diego”. Dios ya no es ese ser lejano que no nos escucha. Está en la camilla, en el hospital, en el dolor de los padres. Y por lo tanto pueden acercarse a Él, a Cristo que está crucificado y glorificado, como a un amigo a hablarle de sus amigos.

Eso es ser apóstol: “Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”. Andrés, al que hoy celebramos, Santiago, Juan y Pedro se encontraron con Cristo y dedicaron su vida a seguirle, a hablar de Cristo. Estos padres y estos miles de jóvenes que están rezando están siendo apóstoles. Apóstoles del dolor y apóstoles de la esperanza. Dios nos llama a todos a ser apóstoles, a seguirle, a anunciarle, a confiar en Él. Tu puedes -debes-, ser apóstol, seas joven o mayor, niño o anciano…, apóstol siempre.

Hoy comienza la novena de la Inmaculada. Con el empuje de la Virgen seguro que se  cumplirá siempre y en todo la voluntad de Dios y «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Cuento también con vuestra oración.