Sábado santo.

Sábado de silencio.

Sábado de soledad.

Sábado sobrio.

Sábado del sepulcro.

Sábado que salva.

Sábado del santo sudario.

Sábado solemne.

Sábado sin sagrario.

Sábado de súplica.

Sábado de la Señora.

Muchas eses hay en este sábado de susurros en que contemplamos el sepulcro de Cristo. Contemplación que de la mano de María se convierte en espera. Sábado que no es de luto sino de expectación. Lo que el hombre es capaz de hace sin Dios ha quedado al descubierto, lo que Dios quiere hacer en el hombre está por mostrarse. Jesús baja a los infiernos y allí Adan y Eva, Noé, Abraham, Moises, David, Elias… esperan su llegada. Un increíble torrente de misericordia se derrama, se desborda. Este sábado, mientras la piedra del sepulcro nos oculta su interior, el mundo comienza a cambiar desde dentro. Se produce una re-creación. El hombre sin Dios que se creía el centro del universo se ve desplazado por el Dios hecho hombre que ocupa su lugar. Lo que creían que se convertiría en putrefacción se convierte en vida que vivifica el mundo. La oscuridad del sepulcro se vuelve faro luminoso que guía a toda la humanidad hacia un destino de eternidad. Dios da la vuelta a nuestra historia, lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los fuertes. El silencio se vuelve aclamación de cielos y tierra por la obra de la redención.

Pero no será hasta esta noche en que se nos de a conocer la gran noticia. Noche en la que recapitularemos la historia de la salvación hasta llegar al Salvador. Noche en la que la luz del fuego pascual se va acrecentando hasta iluminar el mundo entero. Noche en la que el canto del gloria vuelve a romper el silencio de la muerte y el Aleluya apaga el ruido de los lamentos. Noche santa.

Pero para entender bien esta noche tenemos que estar muy unidos a María en este día. Acompañarla en su soledad y dejar que ella nos explique los caminos de Dios. Tal vez así comprendamos también nuestra vida. Sábado Santo, Sábado de la Señora.