1Pe 5,5b-14; Sal 88; Mc 16,15-30

Marcos, ¿el joven cubierto solo por la sábana, el compañero de Pablo y de Pedro?, tuvo la idea genial de escribir un relato sobre Jesús. Un librito en el que quería presentar, utilizando una palabra que Pablo emplea para referirse a su predicación sobre Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros y para nuestra salvación, mi evangelio, como dice con frecuencia, presentándonos la vida de Jesús, mas no, simplemente, como una biografía, sino como un relato unitario cargado de intención. Comienzo del evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. El pilar en donde se asienta el relato de la Buena Noticia, para terminar, en un segundo pilar sobre el que se ha ido construyendo el Evangelio entero, la confesión del centurión cuando ve a Jesús muerto en la cruz. Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. Abriéndonos así al relato de la resurrección. La utilización de la palabra evangelio en la primera línea de este librito que marca una manera propia de relatar ha creado todo un género literario. Porque cuando alguien se adentra en su lectura con parsimonia, se queda en los puros pasmos de lo bien que está construido, como lo estarán, igualmente, los otros tres Evangelios canónicos. Deja perplejo que alguien de tan pocas luces literarias, al menos vistas las cosas de primeras y sin cuidado, construya un relato tan complejo en el enorme cuidado que él ha puesto en su pequeño escrito, de modo que podemos leerlo y leerlo una y otra vez, y cada una nos deja ver diversos lados del cuidadoso prisma que son sus páginas. Buscando siempre hacernos creer en el Hijo de Dios, cuya vida y obras, que el evangelista entreteje con tal primor, constituyen una Buena Noticia para nosotros. La Buena Noticia de nuestra salvación, de que Dios está con nosotros, de que por la fe en Cristo estamos salvados. De modo que ha construido un libro para que creamos con plena comprensión en quien ya creemos, en Cristo Jesús. Porque el Evangelio no es tanto una vida de Jesús para quienes no han oído nunca hablar de él, sino el anuncio de la Buena Noticia que ya hemos recibido, pues nosotros hemos pronunciado ya las palabras del centurión ante Jesús muerto en la cruz.

Porque ahora nosotros somos enviados al mundo entero para proclamar esa Buena Noticia que vivíamos ya, pero Marcos ha tenido la idea genial de ponérnoslo en un relato orientado de comienzo a fin en el Hijo de Dios, el Cristo, muerto y resucitado. Para ello, ha recogido lo que sabía de Jesús, lo que había oído de Pablo, de Pedro, de los demás apóstoles y discípulos de Jesús, los que habían caminado con él desde el principio, y lo ha dejado como relato de una Buena Noticia para todos, no solo para nosotros, sino para todos. Por eso, el Evangelio mismo, es decir, el librito que, tras Marcos, llamamos Evangelio, nos sirve para dar espesor a nuestra fe y nos empuja a proclamarla con asombrosa alegría a toda la creación.

El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer será condenado. Marcos, tras Pablo y en unión con los demás autores del NT, pone ante nosotros en forma de relato genial lo que nos ayudará a entender en toda su profundidad la Buena Noticia, para, de esta manera, atender al mandato de Cristo de ir por todo el mundo proclamándolo y entregando el Evangelio.