En ocasiones hay gente que se queja, y bastantes veces con razón. Hace unos años una mujer se me quejaba de que dos sacerdotes de la parroquia le habían dado criterios distintos respecto al poder o no confesarse divorciadas vueltas a casar. La mujer estaba hecha un lío y, como se te ocurra mirar por Internet, puedes acabar con más lío mental del que empezaste, pues encuentras todo tipo de opiniones. En la vida hay muchas cosas opinables y los sacerdotes tenemos todo tipo de gustos y costumbres, desde los que les gusta llevar puntillas a los fans del incensario, pasando por los que les gusta llevar corbata que no esté a juego con ninguna otra parte de su vestuario o calcetines de cada color. Cada cual que haga lo que quiera con sus cosas, pero no podemos confundir a la gente con la doctrina.

“El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios”. Sacerdotes, Obispos y laicos tenemos que tener bien claro que, en lo referente a la doctrina de la Iglesia, no estamos para dar opiniones propias (y ya es bastante triste que tengamos opiniones contrarias al Magisterio de la Iglesia). Muchas veces no entenderemos “lo que viene de lo alto” y la Iglesia no puede estar mirando hacia abajo, rebajando cosas pues rebajaría la propia dignidad del hombre como hijo de Dios. A veces predicar “lo fácil” hace la vida mucho más difícil a la persona.

Además, y sobre todo, quien quiere predicar una vida cristiana “light” predica, en cierta manera, el que la salvación la conseguimos sólo por nuestras fuerzas, sin contar con la fuerza del Espíritu Santo que actúa y –aunque la palabra esté mal usada-, sobreactúa. Dios da el Espíritu sin medida a los que son fieles, no a los que cumplen.

«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»

Hoy simplemente pidamos que seamos fieles. Madre nuestra, que todos anunciemos a Cristo y nos cuidemos muy mucho de anunciarnos a nosotros mismos.