El otro día me llamó una antigua catequista de la parroquia (antigua porque ya no vive aquí, pero es una joven dinámica, alegre y casada el verano pasado), para pedirme oraciones pues le habían diagnosticado que su primer embarazo era ectópico, tenía pocas posibilidades de ser viable e iba a tener que estar yendo cada 48 horas a urgencias. Por supuesto que me puse a rezar y le mandé una foto de la escultura en barro de la que será la futura Virgen de la parroquia, que tiene a Jesús profundamente dormido en sus brazos. Dos días después me mandó otro mensaje: en la segunda revisión el óvulo estaba en su sitio, todo estaba correcto y parecía que no había ningún problema. Pues a dar gracias a Dios y a la Virgen. Este matrimonio y su familia son profundamente creyentes y, aunque como es natural pidieron a Dios, estaban dispuestos a aceptar lo que viniese. En muchas ocasiones me encuentro con otros que quieren que Dios haga un milagro para que retornen a Él, pero muchas veces eso es querer a prueba a Dios con lo que sería nuestra fe.
“Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.» A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico” Puede parecer poco este Evangelio tiene poco que ver con lo que he contado antes, sin embargo está muy relacionado. Para seguir a Dios hay que estar dispuesto a todo, no podemos decir un sí con reparos a Dios. Vale Dios, pero que no le pase nada a mi familia, mi salud, mi economía, mi trabajo, mis cosas, mis…, Esas riquezas nuestras nos empobrecen Sabemos que nuestra única riqueza es vivir unidos a Jesús y entonces hasta en pobreza podemos ser ricos y en pobreza ser pobres. Quien se revela contra su vida, como si Dios no le acompañase en todos los momentos, alegres y tristes, no ha descubierto la grandeza de Dios.
“A los que se arrepienten Dios los deja volver y reanima a los que pierden la paciencia. Vuelve al Señor, abandona el pecado, suplica en su presencia y disminuye tus faltas; retorna al Altísimo, aléjate de la injusticia y detesta de corazón la idolatría.” Pidámosle al Señor que purifique nuestro corazón para volver a Dios, sin condiciones. En ocasiones pensamos que no nos hemos alejado de Dios pues todavía rezamos, cumplimos, hacemos cosas buenas y evitamos las malas…, pero mientras Dios no toque nuestras cosas ni nos exija demasiado, entonces nos enfurruñamos y nos enfadamos con Dios. El Espíritu de arrepentimiento es siempre necesario, para purificar el corazón y las intenciones y descubrir la mirada de cariño de Dios hacia nosotros.
Pidámosle a la Virgen ese seguimiento cercano a Cristo, cueste lo que cueste pues aunque nos cueste todo lo ganamos todo.