Comentario Pastoral

PENSAMIENTOS Y EXIGENCIAS DEL CRISTIANO

Pensar es vivir, por eso supone -como la vida- esfuerzo y riesgo. Quien no piensa se autodestruye. Es importante pensar con sabiduría, es decir, pensar bien para vencer el mal y alcanzar la verdadera grandeza.Sin embargo, continuamente constatamos lo difícil que es pensar sabiamente, lo trabajoso que es superar nuestros radicales desconocimientos. El pasaje del libro de la Sabiduría que hoy se lee nos recuerda que apenas conocemos las cosas terrenas, que estamos llenos de pensamientos mezquinos y razonamientos falibles.

En el hombre mismo y en sus limitaciones surge la dificultad de entender las cosas celestes y descubrir los designios divinos. Lo trascendente nunca se puede abaratar, ni el misterio se aclara con respuestas superficiales; por eso, cuando se saben plantear las grandes «preguntas» vitales con hornadez, se rastrean las cosas celestes sin prejuicios y se escudriñan las intenciones de Dios con alma limpia, se alcanza la verdadera sabiduría que es la fe. Bien sabemos que la voluntad de Dios no se conoce por simples esfuerzos intelectuales. El cristiano, aunque está enraizado en la tierra, penetra en el mundo de lo divino por la sabiduría del Espíritu, que viene de arriba. De ahí que sus pensamientos sean más altos y mejores, porque están cargados de fe, esperanza y amor.

Todo cristiano debe pensar con frecuencia en las exigencias que comporta ser discípulo de Jesús y seguir sus huellas. La rutina de la vida nos hace olvidadizos y desmemoriados para las condiciones del seguimiento evangélico, que han de ser entendidas siempre en un plano positivo, no como pérdida, sino como ganancia.

Las exigencias que nos recuerda el texto evangélico de este domingo, texto verdaderamente interpelante, se concretan en dos verbos: posponer y renunciar. La fidelidad a Cristo exige primacía, es decir, si es necesario hay que posponer incluso a la propia familia, cuando la atadura  de los afectos impide la vivencia cristiana.

El seguimiento de Jesús ha de valorarse como supremo bien; por eso, no es de extrañar que haya que renunciar a otros bienes, que en óptica cristiana han de ser entendidos como inferiores, aunque los criterios valorativos terrenos los exaltan como absolutos y definitivos. Para poderse llenar de Dios, hay que vaciarse de las cosas mundanas.

Andrés Pardo

 

 

Palabra de Dios:

Sabiduría 9, 13-18 Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17
Filemón 9b-10. 12-17 san Lucas 14, 25-33

Comprender la Palabra

La primera lectura de este domingo es del Libro de la Sabiduría. Sólo es sabio según la Biblia quien tiene el hábito de considerar en profundidad el mundo, la historia y el hombre bajo la luz de Dios. La primera virtud del sabio es la conciencia de la propia limitación. Se da cuenta de que tener «un corazón sensato» es pura gracia de Dios, y por eso la pide. El fragmento que se lee hoy forma parte de una «oración para alcanzar la Sabiduría», que contiene el capítulo noveno del libro. El antes impreciso ideal bíblico de la Sabiduría se hace tangible, concreto y práctico en Jesucristo y su Evangelio.

La Carta a Filemón es la más breve y la única auténtica de san Pablo a una persona particular. Filemón es un crsitiano de buena posición, que había sido convertido por el mismo Pablo (cf. v.19b). Ejemplo perfecto de autoridad pastoral que, al hablar en tono de hermano al corazón, hace que el otro se sienta obligado libremente por amor. Se trataba de salvar la situación de un esclavo fugitivo, Onésimo, de manera que no fuera sancionado según la ley vigente entonces, sino recibido por su dueño como un hermano en Cristo.

En el camino hacia Jerusalén, Jesús sigue impartiendo sus enseñanzas para un verdadero y genuino discipulado. De una manera concisa, clara y tajante, el Maestro ofrece las condiciones imprescindibles para pertenecer al grupo de sus discípulos. El que quiera seguir a Jesús, como discípulo, tiene que estar dispuesto a renunciar a todo, incluso a sí mismo.

Jesús camino acompañado de un gran número de gente sencilla. San Lucas ve en esta multitud un signo del Pueblo de Dios. De la gran Iglesia, cuyo destino es estar siempre en marcha, con Cristo, hacia su «Jerusalén». Jesús habla a los que le siguen y a los que desean ser discípulos suyos: «si alguno se quiere venir conmigo». El verdadero discípulo suyo debe centrar su vida en Él y contemplarlo todo desde Él. Para que la lectura se haga más inteligible, ha de tenerse en cuenta otras palabras de Jesús dirigidas también a los que quieren ser discípulos suyos y se deciden a optar por Él (cf. Lc 9,23s.).

El discípulo debe actuar con sabiduría en medio del mundo. En la misma línea que la primera lectura de este domingo, Jesús invita a recurrir a la verdadera sabiduría y sopesar sagazmente la situación real. Él ofrece una vida feliz ya en este mundo (las bienaventuranzas) con una proyección trascendente y perdurable. Pero para conseguirlo, deben cumplirse algunas condiciones. Es necesario el total despojo de lo que impide esa posesión. Jesús ofrece al hombre ser señor de todo, como lo es él. Pero para ello es necesario el despojo de lo viejo para dar cabida a lo inesperablemente nuevo. El seguimiento de Cristo no es un salto en el vacío, es una sabia elección para conseguir lo mejor. Pero para ello hay que deliberar, ponderar y dejarse guiar por él, que es la verdadera sabiduría. Este mensaje, esta exigencia y promesa sigue vigente: también hoy los hombres siguen siendo invitados a comprometerse en una nueva aventura en el sentido de la vida. Pero con un final seguro y garantizado.

Ángel Fontcuberta

 

 

al ritmo de las celebraciones


FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

Hasta el año 1960, con la publicación del Código de Rúbricas, la liturgia celebraba dos fiestas en honor de la Santa Cruz: el 3 de mayo la Invención de la Santa Cruz, y el 14 de septiembre, la Exaltación de la Santa Cruz. Ambas fiestas estaban relacionadas con las celebraciones en la basílica constantiniana del Martyrium (lugar de la cruz) en Jerusalén, dedicada el año 335. La primera mención del día exacto de la dedicación aparece en el Leccionario Armenio del siglo V, que señala el 13 de septiembre como el del aniversario de la dedicación de la Anástasis o Santo Sepulcro y el 14 como el de la basílica. A partir del siglo VII la fiesta del 14 de septiembre se extiende a Oriente y Occidente. Esta celebración litúrgica está, al menos con la categoría de conmemoración, en los Sacramentarios Gelasiano y Gregoriano y en los Leccionarios del siglo VII.

El punto central de esta celebración es la gloria de la Cruz del Señor, manifestación del amor del Padre, de la obediencia filial de Nuestro Señor Jesucristo y de la vida en el Espíritu, anunciada ya en el signo levantado por Moisés en el desierto (cf. Jn 3,13-17; Núm 21,4-9; Flp 2,6-11) y como contraposición al árbol del Paraíso (cf. Prefacio de la Misa). La Liturgia de las Horas vuelve sobre los mismos contenidos ofreciendo una rica selección de textos del Nuevo Testamento alusivos a la Cruz del Señor (cf. 1Cor 1,23-24; Gál 2,19-3,7.13-14; 6,14-16; y la homilía de san Andrés de Creta – segunda lectura del Oficio de Lectura -) y alusivos a la redención humana.

 


Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 9:
En Madrid Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador, murió como anacoreta el año 1175. Inocencio XII en 1697 confirmaba el culto inmemorial que se le tendía.

Col 1,24-2,3. Dios me ha nombrado servidor de la Iglesia para llevar a plenitud el misterio escondido desde siglos.

Sal 61. De Dios viene mi salvación y mi gloria.

Lc 6,6-11. Estaban al acecho para ver si curada en sábado.
Martes 10:
Col 2,6-15. Dios vivificó a Cristo, perdonando vuestros pecados.

Sal 144. El Señor es bueno con todos.

Lc 6,12-19. Pasó la noche orando. Escogió a doce y los nombró apóstoles.
Miércoles 11:
Col 3,1-11. Habéis muerto con Cristo. En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros.

Sal 144. El Señor es bueno con todos.

Lc 6,20-26. Bienaventurados los pobres: ¡Ay de vosotros, los ricos!.
Jueves 12:
Col 3,12-17. Por encima de todo, el amor, que es vínculo de la unidad perfecta.

150. Todo ser que alienta alabe al Señor.

Lc 6,27-38. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso.
Viernes 13:
1Tim 1,1-2.12-14. Yo antes era un blasfemo, pero Dios tuvo compasión de mí.

Sal 15. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.

Lc 6,39-42. ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?.
Sábado 14:
Núm 21,4b-9. Miraban a la serpiente de bronce y quedaban curados.

o bien:

Flp 2,6-11. Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.

Sal 77. No olvidéis las acciones del Señor.

Jn 3,13-17. Tiene que ser elevado el Hijo del hombre.