Esta noche, si Dios quiere, dormiré en Lourdes. Un viaje rápido, el viernes volveré a dormir en Madrid. Con dos amigos sacerdotes vamos a dar gracias a la Virgen, cada uno por sus cosas -yo en especial por la construcción de la parroquia-, y así salgo dos días de vacaciones este año, que me los he “ganaó”. Esta noche pasaré -si Dios sigue queriendo-, un ratito de oración en la gruta de la Virgen. Realmente hay pocos lugares más austeros: una piedra, la imagen de la Virgen y en una gruta (por llamarlo de alguna manera a aquella oquedad) , un altar y unas velas junto a un pequeño manantial que fluye. Un poco más lejos unos bancos de metal, unos reclinatorios que parecen diseñados por el mismo Belcebú y el río. Nada más. Podríamos hablar de las basílicas antiguas y modernas, pero cuando se va a Lourdes lo primero se va a ver a la Virgen (y cruzando el puente sobre el río la tienda con el Santísimo). Luego, si da tiempo, se verá el resto. Cuando se va a Lourdes se va a estar con la Virgen, el resto sobra.
“En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
-«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto.” Cuando se acaba de construir el edificio de la parroquia hay que empezar a poner lo que el administrado de la Diócesis llama “las cortinas”. Algunas son necesarias: bancos, altar, ambón, pila bautismal, Sagrario, mesas y sillas para la catequesis… Pero te entra la enfermedad del “podríamos tener…” y empiezas a aumentar la lista: un proyector, tres ordenadores, un megáfono, la alarma de entrada, la alarma de salida, cuatro banquetas, una cafetera, cinco pizarras,…. y la lista puede ser inmensa y nunca acabada. No está mal tener cosas si se les da uso (la de trastos que acumulamos en las parroquias), pero nunca creamos que por tener más cosas o más medios vamos a anunciar mejor el Evangelio. Hace años en una parroquia en la que estuve un diácono se empeñó en poner una obra de teatro grabada en video a los niños de catequesis. Como quería hacerlo bien consiguió un proyector (entonces eran raros y carísimos) y una pantalla enorme. En su afán por que todo funcionara se empezó a liar con los cables y cuando había audio no había video, cuando había video no había audio y la mayoría del tiempo no había ninguna de las dos cosas. El diácono se fue poniendo nervioso y cuando bajé encontré a todos los niños en los pasillos pues los había echado del salón de actos, el diácono enfadado con los apartaos esos (los aparatos sin embargo no estaban enfadados, seguían en su estado habitual), las catequistas desconcertadas y una tarde entera perdida. Nunca me enteré si la obra de teatro valía la pena.
Y es que por mucho que nos empeñemos siguiendo a Cristo un proyector nunca sustituye a un rato de oración, un ordenador no ejerce la caridad, un mecanismo no sustituye a una sonrisa y un móvil no siembra la esperanza. Yo soy bastante tecnológico, pero cada día añoro más un apagón digital de esos. ¿Os imagináis una Misa en la que no suene ningún móvil, nadie mire el reloj pues tiene prisa y se vuelvan a ver libros en lugar de “tablets”? ¿Un mundo en el que puedas charlas tranquilamente con alguien sin que esté mirando su cuenta de twitter, no te llamen a cualquier hora en cualquier sitio y no recibas cada día cuarenta y siete mensajes de ab¡nuncios que no te interesan? ¿Un mundo en el que uno pueda leer pensamientos y no la primera ocurrencia que a uno se le pasa por la cabeza? En definitiva ¿Os imagináis un mundo donde fuera posible al contemplación? Yo lo añoro.
Por eso ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero…, si queremos seguir a Cristo cuanto más ligeros mejor. “No tengo ni oro ni plata, te doy lo que tengo”. Esta mañana conectaré mi ordenador, mi teléfono y mi tablet, espero que ellos no me desconecten de Cristo.
Esta noche estaré rezando en la gruta, también por todos vosotros, y junto a la Madre del cielo me volveré un poco cavernícola y ni teléfono, ni ordenador ni tablet, solos ella y yo, a ver si charlamos un ratito. Así que rezar un poco para que esta mañana me de tiempo a escribir los comentarios de los próximos tres días. Y fuera lo que estorba.