Da gusto encontrarse con gente sabia. No digo personas inteligentes, ni que sepan mucho de una cosa o poco de muchas, no. Me refiero a personas que ante la vida saben dar el enfoque exacto, poner las cosas en su sitio y trasmitir paz. Ahora muchos vivimos acelerados, actuamos según nos hayan pinchado o acariciado en el último momento, así que somos capaces de dar un abrazo y una coz en tres minutos.

“La sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, móvil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, bondadoso, agudo, incoercible, benéfico, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, todopoderoso, todo vigilante, que penetra todos los espíritus inteligentes, puros, sutilísimos. La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento, y, en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo; porque es efluvio del poder divino, emanación purísima de la gloria del Omnipotente; por eso, nada inmundo se le pega. Es reflejo de la luz eterna, espejo nítido de la actividad de Dios e imagen de su bondad”. Ayer me contaba un chico los problemas que tiene con su novia. Este chaval se ha acercado a Dios y procura dejar atrás etapas muy oscuras de su pasado. La chica le fríe a llamadas y mensajes: “Ya no eres el mismo” “Te has dejado comer el coco” “Dios no existe, es el refugio de los débiles” y lindezas que no puedo poner en este comentario. Pero el chaval va encontrando la paz y va mirando su vida -que antes despreciaba y hacía despreciar a los que le rodeaban-, con otros ojos. Acercarse a Dios da sabiduría, concede ese don de mirar la vida desde la mirada de Cristo, que es una mirada de amor, de esperanza y de paz.

«El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros.» No es que el reino de Dios sea una fantasía o un estado de ánimo. Pero el germen del reino de Dios va creciendo en nuestro interior. De nada valdría trasladarnos a un paraíso idílico, donde los pájaros cantan y las nubes se levantan, si llevamos con nosotros nuestras iras, perezas, indiferencias, odios y rencores. Por eso entrarán en el reino de Dios los sabios -según el sentido bíblico-, y entre los sabios están los pobres de espíritu. Para que el reino de Dios se establezca el Hijo de Dios tiene que curar las heridas, por eso “tiene que padecer mucho y ser reprobado por esta generación”. Escándalo para los judíos, necedad para los paganos, pero para los que creen fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

Busquemos la sabiduría. Sus fuentes están en la oración, en la caridad y sobre todo en la Eucaristía. La Virgen es madre de la Sabiduría, ella nos la entrega para que habite dentro de nosotros.