Comentario Pastoral
LA VERDADERA SABIDURÍA

En este domingo, el misterio completo de la Navidad nos es presentado bajo el grandioso tema de la sabiduría divina, que es contemplada y celebrada como una admirable encarnación de los misteriosos designios del Padre, que se hacen historia real en Cristo. Conviene meditar la Navidad como un misterio de la sabiduría del Altísimo, que se abaja y mete en la historia concreta del pueblo elegido. La sabiduría está en la verdad y el hombre debe tener actitud de aprendiz y discípulo, para poder ser canal que comunique el agua preciosa del espíritu. El temor del Señor es el fundamento y el principio de la sabiduría.

Ser sabio significa no seguir simplemente los mandamientos de las leyes, sino los de la virtud; tener memoria de los hechos pasados, saber gozar del momento presente y prever el futuro. El cristiano, por eso, es un eslabón más en la cadena de la historia, que se vincula al pasado del que se siente solidario para poder ser engarce con el futuro y así construir el mundo futuro de la fraternidad universal.

Decían los griegos que la sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de ornato a los ricos. Porque no basta tener sabiduría, sino que es preciso usarla en toda circunstancia, sobre todo en las más difíciles. Y para ello es conveniente que las intenciones sean justas, que los actos sean útiles a la sociedad, que las palabras nunca sean mendaces, que el ánimo esté siempre preparado para aceptar todo lo que sucede. En esta clave hay que entender el consejo de Cervantes: «Primeramente has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio en nada podrás errar».

Todo tiempo en la vida del hombre es apto para aprender la verdadera sabiduría de las cosas altas y poder practicarla desde una coherencia de la fe. Todos los sabios de la tierra han necesitado llenar las bibliotecas del orbe con los productos de su ingenio para que la humanidad dé unos pocos pasos en la senda de la civilización. Jesucristo, para llevar a cabo la revolución más colosal que recuerda la historia, necesitó pocas palabras: «No quieras para otro lo que no deseas para ti».

La palabra sabia es aquella, que dicha a un niño, se entiende siempre, aunque no se explique. El Evangelio es tan claro que todos lo pueden comprender. La Navidad es tan sencilla que puede ser contemplada por los más inocentes, que se sienten conmovidos ante su ternura.

La más profunda sabiduría consiste en la sumisión a los planes misteriosos de Dios, sin perder la sonrisa y la paz del corazón. En un mundo de tantas ignorancias radicales hay que tener el coraje del bien saber, que es fruto de la fe, la esperanza y el amor.

Andrés Pardo

 


 

Palabra de Dios:

Eclesiástico 24, 1-2. 8-12 Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20
Efesios 1, 3-6. 15-18 San Juan 1, 1-18

Comprender la Palabra

El capítulo veinticuatro del libro del Eclesiástico es una obra maestra de la literatura bíblica sapiencial. La presencia de la Sabiduría-Palabra no es temporal ni intermitente, es más bien estable y permanente. Habita en medio del pueblo y para siempre. El pueblo de Israel pudo gozar de este don. Y ahora, en nuestro tiempo, en que todo parece provisional, recibimos un mensaje consolador y exigente que denuncia y urge. La Sabiduría echa raíces profundas en la Iglesia y en los creyentes. Podemos recurrir a ella en los avatares y situaciones difíciles y complejos de la vida. Esta ahí cerca, caminando codo a codo con nosotros. Es necesario abrirse, hacerle espacio, habituarse a contemplarla. Ella no se va y es siempre luz. Y nuestro mundo la necesita.

La primera parte del texto de la carta a los Efesios (2ª lectura) expone dos de las seis bendiciones del Padre, en que el apóstol Pablo sintetiza el Misterio de la Salvación: la elección de Dios y la filiación divina. El Pueblo de Dios está formado por aquellos que el Padre elige, predestina y bendice. Pablo bendice al Padre por habernos llamado a todos a formar una comunidad eterna de santidad y amor en Jesucristo. Desde toda la eternidad el Padre nos eligió y destinó a ser hijos suyos, santos e inmaculados en su presencia, profesionales de la Caridad. El centro de este plan eterno de Dios es Jesucristo, el Emmanuel o Dios-con-nosotros, que ofrece el cielo a la tierra.

La segunda parte del texto paulino nos dice cómo se realiza concretamente el Misterio en la comunidad cristiana: en la adhesión a Jesús y el amor a los hermanos. Pablo abre su corazón en la acción de gracias por las maravillas de la gratuidad de Dios. El apóstol nos invita en este domingo a prorrumpir en la acción de gracias por las celebraciones que estamos celebrando. No son sólo realidades del pasado; se hacen eficaces ahora, en este momento de nuestra historia. Esto significa la celebración sacramental del acontecimiento del pasado llevado a su plenitud en la Pascua y el don del Espíritu. Hoy también debemos prorrumpir en esta gozosa y profunda acción de gracias.

Escucharemos hoy una vez más el Prólogo del evangelio de san Juan, que ya leíamos en la Misa del día de Navidad. Compuesto en forma de himno, la liturgia nos lo ofrece como una meditación teológica ante Jesús que ha nacido en Belén. Los entendidos comparan, este texto a una obertura o preludio musical, que anticipa y resume intensamente los grandes temas de todo el cuarto evangelio. Jesucristo es la (única) Luz y Vida de los hombres. La Verdad y la Gracia. Gloria y Palabra del Padre. El Hijo de Dios, Dios verdadero y Creador del Universo. Sin dejar de serlo, se hizo Hombre entre los hombres. Se nos ha manifestado, y así ha manifestado al Padre. Nos comunica una participación de su Plenitud divina. Suyos son el mundo y los hombres; quienes, cuando viene y se manifiesta, lo aceptan y se entregan a él por la Fe viva, obtienen el don de ser hijos de Dios. Quienes por el contrario no lo reciben permanecen en la tiniebla.

Ángel Fontcuberta

 

al ritmo de las celebraciones


FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

La fiesta del Bautismo del Señor se celebra el primer domingo después de la solemnidad de la Epifanía y señala la culminación del ciclo natalicio o de la manifestación del Señor. Es, así mismo, el domingo que da paso al Tiempo Ordinario o tiempo durante el año, al ser el primer domingo de este tiempo litúrgico.

El significado del Bautismo del Señor es múltiple y variado, pues mira no sólo al hecho en sí, sino también a su transcendencia para nosotros, se centra en lo que tiene de manifestación (epifanía) para nosotros: «Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo asumió la realidad de nuestra carne para manifestársenos, concédenos, te rogamos, poder transformarnos internamente a imagen de aquel que en su humanidad era igual a nosotros» (colecta 2).

Esta celebración revela la condición mesiánica del Siervo de Dios, sobre el que reposa el Espíritu Santo (Is 42,1-4.6-7: primera lectura) y ha sido ungido en vistas a su misión redentora (Hch 10,14-38: segunda lectura). Con su mansedumbre, demostrada en su manera de actuar, este Siervo es «luz de las naciones» (Is 42,1-9; 49,1-8: lectura bíblica del Oficio de lectura).

El Bautismo de Cristo es revelación, también, de los efectos de nuestro propio bautismo: «Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo bautismo» (Prefacio). Jesús al entrar en el agua la santificó y la hizo santificadora, «y, sin duda, para sepultar en ella a todo el viejo Adán, santificando el Jordán por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua» (S. Gregorio Nacianceno). Esta consagración es el nuevo nacimiento (Cf. Jn 3,5), que nos hace hijos adoptivos (cf. Rom 8,1; oración colecta).

El fruto en nosotros de esta fiesta ha de ser «escuchar con fe la palabra del Hijo de Dios para que podamos llamarnos y ser en verdad hijos suyos» (oración después de la comunión; cf. Jn 3,1-2).


Ángel Fontcuberta

 

Para la Semana

Lunes 6:
La Epifanía del Señor. Solemnidad.

Is 60,1-6. La gloria del Señor amanece sobre ti.

Sal 71. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Ef 3,2-3a.5-6. Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa.
Mt 2,1-12. Venimos de Oriente a adorar al Rey.
Martes 7:

1Jn 3,22-4,6. Examinad si los espíritus vienen de Dios.

Sal 2. Te daré en herencia las naciones.

Mt 4,12-17.23-25. Está cerca el reino de los cielos.
Miércoles 8:
1Jn 4,7-10. Dios es amor.

Sal 71. Que todos los pueblos de la tierra se postren ante ti, Señor.

Mc 6,34-44. Jesús se revela como profeta en la multiplicación de los panes.
Jueves 9:
1Jn 4,11-18. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros.

Sal 71. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Mc 6,45-52. Lo vieron andar sobre el mar.
Viernes 10:
1Jn 4,19-5,4. Quien ama a Dios, ame también a su hermano.

Sal 71. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Lc 4,14-22a. Hoy se cumple esta Escritura
Sábado 11:
1Jn 5,5-13. El Espíritu, el agua y la sangre.

Sal 147. Glorifica al Señor, Jerusalén.

Lc 5,12-16. En seguida la lepra se quitó.