Deuteronomio 30, 15-20

Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6

san Lucas 9,22-25

Dice san Ignacio en el libro de los Ejercicios Espirituales que “no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el gustar internamente de las cosas”. Y sabemos que él pasó muchas horas junto a Francisco Javier en la Universidad de París repitiéndole una de las frases que escuchamos en el Evangelio de hoy: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?”. En un momento dado el joven Francisco Javier entendió el sentido profundo de esas palabras y su vida cambió radicalmente llegando a ser un gran apóstol y misionero para gloria de la Compañía de Jesús y de la Iglesia.

En este inicio de Cuaresma la conversión del santo navarro, a la luz de un texto que la Iglesia nos propone para meditar, nos lleva a interrogarnos sobre si entendemos en profundidad lo que el Señor nos pide. Hay frases que hemos oído en multitud de ocasiones; frases que incluso pueden formar parte de ese depósito de cosas sabidas que repetimos o nos recordamos de vez en cuando; frase en fin que, siendo muy usadas y sabidas no han conllevado un cambio notable en nosotros mismos.

El Evangelio de hoy, con sus palabras exigentes sobre la cruz de cada día nos recuerda, en primer lugar, la necesidad que tenemos de la asistencia del Espíritu Santo para entender bien qué es lo que Dios nos está diciendo. Porque el misterio de la Cruz es verdaderamente tremendo, pero Jesús nos está llamando a participar de él. Vemos en el texto como anuncia su próxima pasión y ejecución y, acto seguido, lanza esa invitación que no es poética , a seguirlo.

En el inicio de esta Cuaresma, cuando ya no queda rastro en mi frente de la ceniza que ayer me impusieron, me ha alegrado encontrarme con este texto, en el que, de alguna manera está toda la exigencia de la conversión. Veo que Jesús no me lanza una carga insoportable, porque la une a la invitación de seguirle. Sin Él la cruz es un absurdo. Pero, por otra parte, hay como una llamada a unirse al misterio de su sacrificio en el Gólgota.

Hace años escribió Juan Pablo II: “En la contemplación de Cristo crucificado se inspiran todas las vocaciones”. Con ello significaba que ese seguimiento, perder la propia vida para ganarla, puede expresarse de diversas maneras en la vida (los laicos, los sacerdotes, los consagrados, la multitud de carismas…), pero siempre unidas a la entrega de Jesús por la salvación de los hombres.

Pidamos a la Virgen María que nos ayude a saborear profundamente las palabras que hoy el Señor nos dirige. Que podamos comprender bien la llamada de Jesucristo y se nos haga clara esa advertencia de que lo más importante es ganar la propia vida y eso sólo es posible unidos al Señor. Que María nos acompañe a lo largo del camino cuaresmal para que iniciemos una verdadera conversión.