Hechos de los apóstoles 16,1-10
Sal 99, 1-2. 3. 5
san Juan 15,18-21
Hay un dicho español que dice: “Quien bien te quiere, te hará llorar.” Hoy voy a darle la vuelta y, como dice el título del comentario, le daremos la vuelta y será:”Quien bien te quiere, te hará querer.”
En mis años de sacerdocio llevo ya unos cuantos cambios de parroquia. Se podría pensar -como en los trabajos “civiles”-, que uno se va promocionando y va mejorando de puesto en puesto. Pues no es así. En cada cambio me encuentro más desafección sobre el Papa, más dificultades para confesar individualmente, más problemas para celebrar la Misa según el misal, menos fraternidad (sacerdotal o no), más amiguismo (para pedir favores), más intransigencia (con los que no son “de los nuestros”), más clericalismo anticlerical, menos auge apostólico y evangelizador entre los que no se les cae la palabra Evangelio de la boca. Veo más vergüenza de llamarse y vivir como cristianos y, sobre todo, un rencor de fondo que ha perdido el sentido de la misericordia, del perdón, del cariño de Dios. Te hacen llorar pero, sinceramente, creo que hay gente que me odia y no perdona (aunque me llenan de besos y abrazos). Aunque suene un poco crudo, y alguno piense que dramatizo, lo digo sin quejas, y me parece que no exagero.
Podría ser para desesperarse, pero sólo hay que releer el evangelio de hoy: “Si el mundo os odia, sabed que me han odiado a mí antes que a vosotros.” ¿Quién diría públicamente que odia a Jesucristo? Creo que nadie. Lo llamarán Iglesia, curas, cristianismo, religión, meapilas, conservadores, modernistas, … pero veladamente quieren decir Jesucristo. No nos engañemos. Palabras bonitas tenemos trescientas mil, actos de amor unos pocos, odio mucho. Hace días escuchaba, en una reunión de personas de Iglesia, un análisis completamente politizado de la elección de los Papas y, aprovechando para poner sus esperanzas en el actual Papa Francisco (para que apruebe el sacerdocio femenino, quite el celibato sacerdotal, diga que la Misa no es tan importante, etc. … pues ahora es padre y no juez), se ponía de vuelta y media al difunto Juan Pablo II como un buen hombre, pero polaco (como si fuese un insulto). La historia (y principalmente el Espíritu Santo), dirá lo que tiene que decir, pero no nos extrañemos de ver lobos vestidos de corderos que rezuman odio. Hay un complejo en pensar que cuando alguien te odia, o te lleva la contraria, eres un intransigente y el problema es tuyo, pues debes ser mas amable, y que todos te amen. ¡Pero si odiaron a Cristo hasta la cruz! ¿Qué esperas?
“El Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia.” ¿Es que Dios odiaba esa zona del mapamundi? No creo, pero no les iban a escuchar, y hay tanto que hacer, que no estamos para perder el tiempo. Mi tiempo de sacerdote me ha hecho entender que cuanto más te odian más quieres a cada persona, a cada hijo de Dios, a cada uno que te llama su enemigo. ¿Por qué? Pues porque veo que humanamente sólo podría mandarlos a tomar viento, me dedicaría a otra cosa que me diese más satisfacciones, haría “mi grupito” y pasaría del resto y argumentaría cien mil razones para tener razón. Sin embargo, cada día descubro más resquicios de la misericordia de Dios, más detalles de amor, más caricias de amor de Dios en cada persona. Luego, quien bien te quiere te hará querer cada día más. Si quieres un monumento no busques otro que la cruz que fue el único que levantaron a Jesucristo.
Cuando alguien te juzgue piensa que el único juicio que cuenta es el de Cristo y tienes la recomendación de tu madre la Virgen. No te dirá que busques otro aplauso más que el de su Hijo y si te odian, por Jesucristo, más te pareces a Él. Así que a los que te consideran su enemigo quiérelos con todo el corazón, te acercarán a la cruz y a la resurrección. Y que conste que no es una queja, es una acción de gracias a Dios, que me enseña a darle la vuelta a las cosas y aprender a amar.