Amos 5, 14-15. 21-24

Sal 49, 7. 8-9. 10-11. 12-13. 16bc-17

san Mateo 8, 28-34

 Los endemoniados del Evangelio de hoy se dirigen a Jesús y le dicen: “«¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?» Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: -«Si nos echas, mándanos a la piara.» Jesús les dijo: -«Id.» Salieron y se metieron en los cerdos.” Los pobres cerdos no tenían la culpa, estaban hozando porque eso es lo que hacen los cochinos de ellos. Y lo que consiguen los demonios de la pereza y la desidia es que nos comportemos como cerditos, dedicándonos a hozar, a dar vueltas a lo bien que se está sin hacer nada. Tristemente muchos padres van permitiendo que sus hijos e hijas se conviertan en una especie de jabalíes. De noche hozan de pub en pub y de discoteca en discoteca y, cuando llegar a casa al amanecer, encuentran un lecho agradable donde dormir hasta las tres de la tarde, se levantan para comer algo y, después de una buena siesta, vuelven a salir por la noche. Ya no se preguntan ¿qué hacemos hoy?, se preguntan ¿qué hacemos esta noche?. El día no existe. Esos padres que dicen “pobrecillos” y consienten en esta actitud por no enfrentarse con ellos son los que invitan a Satanás a tomar posesión de la vida de sus hijos. Suena un tanto fuerte, pero es así.

 Pero también, gracias a Dios, hay un buen número de jóvenes que no se contentan con vivir la vida mirando al suelo y rebuscando entre la basura, sino que miran hacia arriba, al cielo. “Buscan el bien y no el mal y por eso, saben vivir.” Salen, se divierten, disfrutan de sus amigos y de su familia, se forman, rezan. Saben poner sus talentos en juego y se entregan a los demás, buscando la justicia. Unos irán a Sydney, otros están en voluntariados diversos o ayudando a misioneros en países más o menos lejanos, algunos ayudan en casa o se han puesto a trabajar para pagarse la matrícula del curso que viene, que la crisis (aunque sólo sea como una sensación), se nota en casi todas las casas. Son jóvenes que tendrán algo que contar cuando acabe el verano aunque no quieran escucharles los que resumen el verano en cuantos litros de ginebra se han bebido y cuantas personas se han acostado. De la vida pueden presumir las personas, los cerdos no presumen de serlo, simplemente lo son.

 Vamos a vivir este verano unidos a nuestra Madre la Virgen, ella no permitirá que nos comportemos sino como lo que somos, como Hijos de Dios, que saben disfrutar de la vida y, en invierno y en verano, caminamos hacia el cielo.